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Un desconocido paseando por la gruesa calle del pueblo, sobre un hermoso caballo blanco y una túnica cubriendo su identidad. Los aldeanos lo miraron con desprecio. Aquellas pobres almas que no les quedó más remedio que quedarse en aquel pútrido lugar apenas tenían para comer entre ellos, como unas ratas comiendo de las sobras de la Reina.

La reja del castillo estaba abierta hasta la mitad, pues algunos esclavos estaban cargando los escudos de los soldados, pues ya todos se estaban preparando para la guerra.

El corcel entró libremente, relinchando cuando alguien chocaba contra él hasta que se detuvo en las escaleras del castillo.

- muéstrate, intruso. - gritó un soldado alzando la ballesta para amenazarlo, mas el intruso guardó silencio. El caballo empezó a moverse nervioso, sintiendo la tensión del momento. - ¡yo te ordeno que te presentes!

No quedó de otra que un caballero se acercara, con escudo y espada, a revelar la identidad del hombre, quitando su túnica. Al momento de ser jalada, se dieron cuenta que estaba atada a su cuello, pero reveló, finalmente, que era el hermano de la Reina, el Príncipe. El caballero soltó su espada al notar que el chico estaba atado a las riendas del caballo y tenía una mordaza en la boca.

- hay que llevarlo con la Reina. - dijo el caballero, desatando al pobre príncipe y bajarlo del caballo. - yo lo llevaré.

- ¡no!, ¡yo lo llevaré! - gritó otro y todos se amontonaron para empezar a exigir el escoltar al príncipe hasta la Reina, pues sabían que ella recompensaría con fortuna y perdón a aquellos que llevasen a su hermano sano y a salvo hasta ella.

Sin embargo, nadie podía ponerse de acuerdo, y JinYoung no tenía tiempo que perder. Abrió las puertas del palacio para correr hacia su hermana, cerrando detrás de sí.

Se encontró con varios guardias que lo miraron con extrañesa, pero no tenía tiempo. El tiempo era oto y él podía hacerlo literal. Llegó al salón de bailes, así que, cerca del tercer o cuarto piso, allí estaría ella.

Al llegar al tercer piso, fue directo hacia otras escaleras que lo llevarían a un cuarto especial. Sabía de su existencia, pero nunca había ido allí. Al llegar al final de las escaleras, vio un enorme espejo en la pared. Su corazón golpeaba en su pecho, así que se acercó a él, mirándolo, analizándolo. Era bello, encantador. Se miró a si mismo, y era todo un desastre.

Sus mejillas tenían marcas rojas por la mordaza y uno que otro moretón que apenas se borraba. Se quitó la túnica, dejando que la gruesa tale liberara su cuello y notó que la cinta se había marcado en él.

¿Acaso sería algo más que un desaliñado que solo traía desgracias a su familia?

Su reflejo se limpió, mostrando una imagen más limpia de él. No... no era... no era su reflejo.

- te necesito... - sollozó contra el espejo.

- ¿más de mí? - preguntó aquel del espejo. - pero, Jinnie, creo que ya te he dado mucho de mí, ¿no?

- no, no lo entiendes. - omitió la pregunta. - te necesito a ti, a mamá, a Jackson, necesito a mi familia, no a la magia.

- hey... - JinYoung alzó un poco la vista, secando sus lágrimas. Su hermano le sonrió. - te di algo de mí, lo más puro que una persona puede tener, y, bueno, ya sabes qué eres. Puedes salvar a nuestra hermana.

- no va a escucharme, ni siquiera la encuentro. - sollozó. - este lugar es enorme.

- Jinnie, hay más de una forma de salvar a alguien.

Iba a hablar, pero el espejo se congeló. En el reflejo, vio a su hermana detrás suyo. Volteó, encontrándola, tan majestuosa como siempre.

- JinYoung. - le habló la mujer. - hasta que finalmente vuelves.

Aunque sabía que era muy hipócrita de su parte, corrió hacia su hermana, abrazándola, con su rostro en su pecho.

- tenemos que irnos. - susurró, aferrándose a su abrazo. Ella acarició su cabellera, dándole cariño.

- ¿estás bien, pequeño? - preguntó la mujer.

- no, no estoy bien. - respondió en un sollozo.

- nuestro hermano murió. - susurró ella. - él murió a manos de YìFán.

- fue mi culpa. - admitió, rompiendo el abrazo. - si yo no hubiera escapado, él estaría con vida, me fui y él murió, pero también sé que quieren asesinarte, quieren tu cabeza.

- lo sé, Jinnie.

- ¡entonces debemos huir! - gritó el menor entre lágrimas. - ¡tú eres mi última familia!, ¡tienes que venir conmigo antes que penetren el castillo!

- dejaré que vengan aquí. - soltó.

Caminó por el centro de la habitación, mirando hacia la ventana. La luz opaca azulada entraba a duras penas. Se acercó al muro y cerró la ventana, dejando el lugar en la oscuridad. JinYoung soltó un sollozo más fuerte, asustado.

Ximena hizo que todas las velas se prendieran. La luz amarillenta era lo único que lo mantenía a salvo de la oscuridad.

- por favor, por favor, vámonos. - susurró.

Su hermana se ganó detrás de él, empujándolo hacia el centro, dejándolo frente al espejo.

- todos vienen a contemplar su muerte. - sentenció ella.

El espejo mostró lo que estaba fuera del castillo. Todos los soldados preparándose para recibir a los atacantes.

- eres mi única familia, si mueres, estaré solo en este mundo. - le suplicó su hermano menor. - tú eres lo único que me queda. Jackson murió por mi culpa, Astred murió, y eres lo único que tengo para aferrarme a una esperanza.

- no hay esperanza, JinYoung. - le dijo ella, paseando alrededor de su hermano menor. - no hay amor, no hay esperanza, no hay vida. Aquí solo hay muerte. - las lágrimas del menor empezaron a descender por el miedo.

Ambos se concentraron en lo que mostraba. Todos caían, todos perdían, todos morían. Las lágrimas se incrementaron y volteó a ver a su hermana, manipulando todo lo que sucedía allá afuera a través del reflejo.

- basta. - pidió. - basta, por favor. - exigió.

- hoy todo el mundo será mío. - le dijo ella. - todo el mundo estará a nuestros pies.

Nunca dirá que era lo que quería, porque no es así, pero no le quedaba opción. Miró entre lágrimas a su hermana y retrocedió, contemplándola una última vez.

- no... - murmuró. - no dejaré que el mundo esté a nuestros pies.

crystal loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora