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Abrió sus ojos, despidiéndose de sus sueños, de su mundo utópico, y se encontró con un mundo negro. El mundo real.

Tenía un poco de miedo admitirlo, pero... hace años que le tenía miedo a la oscuridad. Según su hermana, él nunca debía de tener miedo si ella estaba viva.

Esta vez, no escuchó a su hermana con su típica frase. Eso fue algo liberador. Tuvo curiosidad en cómo se veía el palacio a media noche, si los monstruos que se imaginaba entre los pasillos lo iban a atacar.

Tenía un poco de sed, su garganta estaba tan seca como la vida en el palacio. Podría aclarar sus dudas mientras que intentaba acatar su misión de hidratar su garganta.

Bajó de su cama y se vistió, un lugar muerto siempre estaba acompañado de bajas temperaturas. Con su cuerpo ya cubierto salió de su cuarto de manera cautelosa.

Miró a la profunda oscuridad y sintió el silencio rodearlo, ¿era seguro? Lo más probable es que no, pero, por primera vez en su vida, quiso arriesgarse.

Sintió la punta de la nariz congelada, de vez en cuando la sentía así, pero nunca se había helado tan rápido. Se rió levemente y siguió su camino.

Los pasillos eran largos, profundos y oscuros, todo a lo que le temía, y aún así continuó, con su corazón latiendo tan fuerte dentro de su pecho, extrañándose, con la adrenalina recorrer su cuerpo.

Supuestamente ese palacio era su hogar, pero no lo conocía. Solo los únicos caminos que sabía era el que lo llevaba a la entrada, biblioteca, cocina y cuarto de su hermana. No le gustaba perderse, pero, solo esta vez, quiso perderse. Una noche excitante para un día horrible. Vaya, qué valiente día.

Y como el lo deseó, se perdió. Fue tragado por la oscuridad.

Sus dedos helados tocando y pasándolos por los muros hasta cambiar su rumbo.

Por varios minutos, quizás 45 o más, caminó perdido hasta hallar una luz brillante en el fondo de lo que parecía ser una escalera. Con cuidado y cautela, entró a la profunda oscuridad, y a medida que se adentraba oía quejidos y lamentos, lo que lo iba asustando, pero aún así, siguió...

- ¡sácame de aquí! - gritó alguien, que hizo a JinYoung retroceder de miedo. - ¡quien sea! - suplicó.

El menor reconoció la voz del joven, era aquel que lo insultó en la tarde.

- ¡por favor! - volvió a gritar.

Jin se armó de valentía y tomó la única antorcha que había en el pasillo para buscar las llaves. Una vez encontradas siguió la voz del reo.

- anda... sácame de aquí...

El menor suspiró tembloroso, relamió sus labios y le abrió la puerta a aquel que le había gritado e iluminó su celda, y apenas el muchacho se percató de la presencia del más joven, se apresuró a atraparlo entre sus brazos, cubriendo su boca para que no alertara a nadie.

- serás mi seguro mi seguro de vida. - le dijo mientras lo arrastraba, tomándolo fuertemente de sus extremidades hasta dejarlas rojas si no es que moradas.

El palacio se puso en alerta de todas maneras, y junto a ellos, la monarca, quien tomó la dura decisión de no abrir fuego contra el maldito criminal que tenía a su pequeño hermano bajo sus garras, pues él podría salir herido entre toda esta disputa.

- tiene a JinYoung... - murmuró llena de ira. - no lo maten... aún...

- su alteza. - habló un hombre. - usted debe solo dar la orden.

- los quiero a ambos. - dijo. - Vivos. 

El criminal, junto al rehén, se detuvieron en el bosque, y con el menor a punto de romper en llanto, al sujeto no le quedó mejor opción que cubrir su boca con su propia mano y arrastrarlo hasta algún escondite seguro para ambos. Lo guardias del palacio pasaron en sus majestuosos caballos sin darse cuenta de que el fugitivo estaba allí junto al pequeño principito.

Una vez fuera de peligro, el menor se quedó paralizado, observando a su captor. Este lo miró y tomó sus manos para atarlas, asustándolo  más de lo que ya estaba. Soltó varias lágrimas, pero no gritó, algo que calmo al captor.

Negó reiteradas veces soltando sollozos, mas sin hacer escándalos.

- eso es... - quieto... - le murmuró mientras lo acercaba a un árbol. - el príncipe... genial. - maldijo en voz baja. - de todo lo que pude haberme robado, fue un príncipe.

El chico no paraba de llorar en silencio, y al joven parecía agradarle eso, que no llorara.

- solo evita llorar durante todo el viaje y estaremos bien, ¿sí? - hizo que el cuerpo del menor cayera en la nieve, arrinconado en un tronco. - si algo me sucede, me aseguraré de llevarte conmigo al infierno, así que harás lo posible para mantenerme con vida. Convencerás a tu hermana que debo vivir y ser libre, quizás así no corte tus manos.

Cerró sus ojos fuertemente, asintiendo con lágrimas que quemaban sobre su piel pálida y congelada. Apretó sus labios en una fina línea, tratando de evitar sollozar.

- muy bien.

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La segunda parte :u
Y aún no sé cómo termina, no tengo el final decidido. F

crystal loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora