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Regresaba del hospital, las visitas por la mañana habían cesado y Edd iba a ser sometido a pruebas. Por mucho que insistí en quedarme, me replicó que me fuera junto con Matt.
No me quedo más de otra que irme.

Sobre Tord, el tiempo que transcurrió después de la última vez que lo ví fue aproximadamente de un mes.
Mi vida se volvió una rutina y sería patético aclarar que use la billetera de Tord para poder sobrevivir.

Lo había buscado por más hijo de puta que fuera. Después de todo él me había salvado de haber vivido en una caja, sin embargo, nunca lo encontré.

A veces Edd me preguntaba por él y yo no quería decirles la verdad. Había inventado tantas excusas que ya ni parecían creíbles; desde que el maldito se fue a su trabajo hasta que había sido arrestado por intento de homicidio.

Estaba cansado. Mi caminar incluso era lento. Mis ojos se cerraban, podía decir que mi pecho dolía de lo abatido que estaba.

Solo miraba hacia lo que era el departamento, deseando que pronto estuviera ahí.

Una mancha roja fue lo que me impulso a empezar a correr, llegando allá en tan solo unos minutos.

Él me miró de forma pérdida.

Tantas cosas quería reclamarle y preguntarle. Quería disculparme, pero nada salia de mi.

Sin nada que saliera de mi boca, procedí a abrir la puerta con las llaves que se había dejado en la casa.

Tanto él como yo entramos sin hacer tanto ruido, seguido de haber cerrado la puerta.

—Pensé que te habías recuperado de tus heridas— más que pensarlo, lo dije.

Por un segundo pensé que él no me respondería, pero Tord simplemente asintió con la cabeza y luego pasó a ir hacía su cuarto.

La incertudumbre me consumió y sin darme cuenta, me encontraba siguiéndolo. Estar frente a él era algo sorprendente, tanto tiempo sin verlo me había hecho pensar que jamás volvería.

—Hey Tord, sobre lo de la otra vez... Ya sabes, ¿lo siento?

—Ni lo menciones, ya no importa— se recostó en la cama con su mirada en el techo.

De nuevo las palabras no salían de mi boca y así, se hizo el silencio. Nuestras respiraciones eran lo suficientemente débiles como para hacer si quiera algún ruido que cortará nuestra situación. Sin embargo, no sé sentía incómodo.

Por alguna razón, estaba empático. No había derramado lágrimas ni había expresado algún signo de tristeza, pero la podía sentir.

No tenía ninguna frase para darle ánimos y tampoco creía que sería correcto darle alcohol para suprimirlo como en otras ocasiones. Tampoco podía irme, simplemente permanecer callado y quedarme con él.

InestableWhere stories live. Discover now