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Tres, cuatro, ¿a quién le importa?
Tord bebía y bebía e incluso había pensado que el agua era más alcohol y tomaba de ella tal cual vodka.
Ahora su cara no era más que roja y roja, y su mente estaba tan confusa que ni sabía quién era el sujeto que se sentó en su mesa, aún cuando lo había invitado a beber aquel último vaso.

El individuo posaba sus ojos en el ruborizado noruego, pensando maldiciones e insultos hacía este. Él intuía que no solo era ignorado, si no que aquel amigo suyo seguramente creía que acababa de llegar, pero la verdad es que llevaba minutos preguntando lo mismo una y otra vez. Comenzaba a cansarse.

-¿Qué haces aquí?- interrogó esa persona con pesar. Su rostro parecía tener lastima del noruego, pero a la vez exigía explicaciones. Incluso una pequeña pista sería de mucha ayuda para poder continuar sin tener que voltear la mesa en ese mismo instante.

Para su desgracia, Tord rio como si de un chiste se tratará.

¿Que hacía ahí? Él tampoco lo sabe, entonces, ¿alguien más lo sabía?

Estaba tan mal que en su mente ya le había respondido, pero no había más que reído en la cara del otro sin siquiera contestarle. Giró su copa que aún contenía agua, centrando su atención en el girar del líquido hasta aburrirse y seguir bebiendo lo poco que le quedaba.

Esto no paso por desapercibido en el contrario, colocando una expresión desagradable que reflejaba lo molesto que estaba y el desacuerdo que sentía que su viejo amigo estuviera en ese estado. Suspiro, llevando dos de sus dedos a su propio entrecejo mientras negaba con la cabeza.

-¿Sabes dónde estás? ¡¿Mínimo con quién estás hablando?! - preguntó un tanto desesperado, creyendo que si cambiaba la pregunta entonces habría por lo mínimo una respuesta que pudiera tolerar.

Sus cejas se juntaron, hundiendo su cabeza entre sus manos que se hallaban apoyadas en aquella mesa. Sus pupilas se inquietaban entre los huecos de sus dedos al mirar las facciones del de cuernos buscando una señal de lucidez, en cambio solo encontró confusión y más confusión.

Rechino los dientes.

-Soy yo, ¡Patryck! ¡¿Ahora me recuerdas, Tord?!- se levantó de su asiento, tomando la tela del cuello de la sudadera negra y atrayendolo hacía él en un intento de ser reconocido. De esta manera volvió a mirar frenéticamente el semblante del contrario, pasando sus ojos tal cual análisis.

El cuerpo de Tord quedo inmóvil y con la boca entreabierta, entrecerrando ambos ojos con la intención de identificar a aquel individuo tan agresivo e insistente.

Patryck se alivio entre sus adentros; la cara del estúpido de Tord era mucho mejor a la anterior que parecía simplemente vivir para tomar. Sin embargo, el noruego había excedido sus expectativas; la reacción de este, a pesar de ser lenta, llegó a un punto en el que juraría que podía explotar.

-¡¿Qué mierda haces aquí?!- su grito, a pesar de ser estrepitoso, no fue más allá de esa mesa puesto que se perdía entre las risas y la música que había en ese ambiente divertido y para algunos otros asfixiante.

Patryck paso de enojado a confundido, no sabía que había hecho mal. Él disgustado tendría que ser él, ¿que diablos está pasando?

-Te estaba buscando- aclaró sintiéndose ofendido, pero manteniendo la calma en su tono.

-¿Para qué? ¿Quieres burlarte de mi o llevarme de vuelta para que de una vez asuma lo que es mi responsabilidad? ¿Mi estúpido sueño?- volvió a elevar la voz, soltando una risa al final que no reflejaba más que desesperación- ¿o quieres matarme? Porque me harías un gran favor.

El polonés elevaba una ceja considerablemente. No sabe de qué habla, pero incluso si eso era así, él comprende que hay de por medio un malentendido.

InestableWhere stories live. Discover now