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Tord miraba como Tom cambiaba las sábanas, tirando la otra mientras refunfuñaba molesto. El de azul se digno a ver toda la habitación en desastre, haciendo que su apatía le pidiera abandonar sus, ahora, deberes.

—Maldición Tord, estúpido, ¡mira como dejaste la habitación hecha mierda!— grito desesperado, creyendo imposible de juntar todos los pedazos de los artefactos rotos.

El de rojo seguía tirado en el piso, cubriendo con la manga de su suéter su rostro y sin poder moverse por el dolor tanto externo como interno.
El noruego solo pudo gruñir como respuesta, esperando que siguiera quejandose para que no escuchará sus pequeños sollozos que salían de su boca sin querer.

Tom suspiró cansado. Decidió sentarse en el borde de la cama, para luego notar que el dueño del hogar seguía tirado en el piso luego de haberle dicho aquellas palabras.

-Maldición Commie, no te lo tomes tan literal- se quejó, cruzandose de brazos, mientras miraba molesto al contrario.

-¡¿Quién diablos se quejaria por eso?!- gritó el de cuernos- ¡Estoy tan jodido que no me puedo mover, imbécil!- se quejó, tratando de que no se le cortará la voz en su transcurso.

Porqué sé que no hay nadie que entienda mi dolor más que tú, pero también sé que te burlas de tu propio dolor.

-Eso te lo hiciste tú por estúpido, idiota- le respondió, levantándose y acercándose al que se encontraba en el suelo.

El de sudadera roja pudo escuchar los pasos aproximándose, poniéndose inmediatamente nervioso.

No quiero que me veas...

Tord se ponía cada vez más tenso, mordiendo su propia carne por dentro de sus mejillas, impidiendo que su boca sacará más sollozos.

El de azul paso su brazo por debajo de la corva de Tord, mientras que con la otra sostenía su espalda; para luego, con un gran esfuerzo, levantarlo.

-Idiota, ¿cuánto pesas?- hablo entre quejidos de sobre esfuerzo.

Tord al sentir que estaba en el aire, se tuvo que sostener a Tom, quien a pesar de duros esfuerzos, logró llevarlo hasta el sofá.

-Es porqué eres ridículamente debilucho- respondió el de rojo, acomodandose poco a poco entre el cómodo mueble.

Tom miró hacía otro lado enojado, no podía negarse ante una verdad que todos conocían.

-¿Sigues ebrio?- preguntó, confundido ante el comportamiento tan pacífico de Tord, pues si no fuera por el alcohol, ya le habría gritado o no se hubiera dejado cargar.

Le agradaba ese Tord.

Tom miro la cara de su enemigo, notando que esta aún estaba roja y con ojos llorosos al igual que cansados.

-Mejor duerme, Commie- caminó hacía la habitación, ahora más calmado que antes.

Tord bufo, no le gustaba que le ordenaran ni mucho menos alguien como el que se había atrevido, pero su cansancio era más fuerte que su enojo en aquellos momentos.

Y así, nuevamente cerró los ojos aquél día. Preguntándose...

¿Por qué aún no moría?

InestableWhere stories live. Discover now