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Tom es un estúpido, incluso si conoce perfectamente los bares jamás recordó la hora en la que propuso al noruego ir específicamente a ese lugar. Por lo tanto, tuvieron que volver a casa y salir una vez entrada la noche.

El británico creia que el estado del noruego mejoraría pasadas unas horas, pero no solo eso no mejoro, ahora él parecía ausente. De modo que el camino era silencioso para ambos.
Trataban de no dirigirse la palabra ni la mirada con el temor de que las verdades salieran a la luz, entonces, aún sin dejar salir un sonido de sus bocas llegaron a un acuerdo mutuo.

Los ojos de Tord no estaban más que atentos a sus propios pies que seguían a los de su acompañante, en un intento de mantener su paso sin quedarse atrás.

Aún si quisiera hablar, no podría hacerlo, todo en el era un pesar difícil de explicar. Su pecho palpitaba, no por emoción o sentimientos que valgan la pena mencionar, simplemente de tristeza, dolor y decepción.
Sus ojos imploraban por cerrarse y llorar, su garganta no tenía más que un nudo y su cabeza dolía al tener que soportar todos los síntomas de su miserable vida. Es un desastre, que a pesar de serlo, sigue allí, estando en la borda, juntando sus propios restos en un intento inútil de seguir viviendo. Ni siquiera podía pensar en una razón por la que lo seguía haciendo...

¿Qué importa si muere hoy o mañana?

Incluso si solo fuera una parte, incluso una pequeña de algún deseo, se aferraría en un intento desesperado por deshacerse de todo en él que no le permite avanzar. Lastimosamente, no tiene deseos de nada, sus últimas ideas de arreglar aquello que posiblemente podría arreglarse se han ido.

Todo en él es un desastre que incluso su futuro lo es y él lo sabe perfectamente.

¿Valía la pena vivir la vida?

Su vista solo pudo cerrarse al recordar las últimas palabras que le había dicho a su amigo hospitalizado. Se sentía culpable y el dolor en su pecho incremento de una fogata a un incendio forestal, tanto así que no pudo evitar encorvarse mientras mordía un costado de su propia boca.

¿Arreglar las cosas? ¿A quién le importa? Sería mejor para todos el que muriera.

Su vida era justamente como se sentía; un fuego que lo quema todo. Está destinado a quedarse solo.

Los acompañantes en su vida lo habían dejado... Aquellos que estuvieron con él a pesar de saber sus defectos y el peligro que implicaba ser su amigo. Ahora está solo.

Solo.

Respiro hondo, en un intento de aligerar su dolor.

Solo, sin madre, sin nadie a quien proteger, sin motivo para seguir.

¿Por quién peleará ahora? ¿Quién le hará sentir un motivo? ¿Por quién más odiaría a su padre ahora?

Ahora no es más que un idiota, él lo sabe, lo sabía desde un inicio.
Porque a pesar de querer motivos, no quiere tener culpas, y para ello, tendría que abandonar lo único que le queda.

No quería llevarse con él al trío...

—Hey Commie, ya estamos aquí— hablo, sacando de sus pensamientos al comunista.

El noruego dió un paso al frente y volvió a la realidad. Su dolor de cabeza se intensificó por el ruido de la música, incluso parecía que las pulsaciones se coordinaban con el ritmo, lo cual solo ocasionó que se molestará.

—Iré a la barra.

Tord miro como ese extraño sujeto se alejaba de él, por supuesto que lo sabía; ese mismo sujeto solo lo invito para hacerlo olvidar que escucho su conversación, pero ya no le importaba. Sabía desde un inicio que se alejaría una vez pensara que cumplió con su objetivo.
Por consiguiente, busco una mesa libre, una alejada de todas aquellas personas que solo eran causa de que su dolor de cabeza se agravará; pues todas aquellas que se encontraban hablando, gritando y riendo al mismo tiempo no eran más que dolor en este momento.
Se sentó en una mesa en la esquina, una vez allí se percató que no parecía ser un simple bar porque aunque alcanzaba ver la salida desde ese extremo, el lugar parecía amplio y con diferentes atractivos para las personas que buscaban perder el tiempo mientras socializaban.

Tal vez Tord podría disfrutarlo, pero no en ese momento.

Dejo de importarle ese maldito lugar y recargo su cabeza en la parte superior del respaldo, mirando al techo y notando las luces de colores.

Realmente no quiere estar aquí. Pensó que podría estar tranquilo, bebiendo y olvidando sus penas; en cambio, su dolor de cabeza aumentaba, los latidos se hacían evidentes y un extraño cansancio lo estaba inundando.
Entonces pensó que al menos cumpliría con uno de sus objetivos, embriagarse.

Se sentía estúpido, pero poco a poco fue perdiendo la consciencia hasta olvidar cuánto alcohol había consumido esa noche. Su idea principal era olvidar, pero el alcohol era algo que no podría controlar y sus pensamientos fueron aún más pesimistas.

¿Y si me mato?

InestableWhere stories live. Discover now