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"Game over", eso decía en la pantalla de aquel televisor de pantalla plana.
El de rojo había lanzado el control hacia cualquier dirección, dando un grito y espantando a su invitado.

-¡Ya no quiero jugar! ¡Con esta es la partida pérdida número cincuenta!- grito enojado Tord, agarrando y tomando hasta la última gota de una botella de smirnoff.

Tom sólo vio como su enemigo hacía movimientos torpes por su embriaguez, dándole a entender que aquel sujetó que no podía ni llamar amigo estaba en el precipicio de la inconsciencia.

-Tal vez ya deberías descansar- sonrío de lado el de cabellos en punta, teniendo su cara teñida de rojo, más sin embargo, a comparación del de rojo, aún podía beber muchas más botellas.

Tord miró un punto fijo, ignorando el comentario del contrario.

-¿Tord?- lo movió un poco después de haber tomado su hombro, para asegurarse de que aún estuviera con él.

-Tom...- comenzó a dar pequeños hipidos, notandose como las lágrimas empezaron a asomarse sobre sus ojos.

-¿Qué pasa?- preguntó confundido, notando sus ojos cristalizados.

-¿Por qué? ¿Por qué por más que trato de olvidar se me viene a la cabeza cuando menos lo espero?, ¿por qué aún no tengo cicatrices y sólo sangre? - se abrazó así mismo, apretando su piel buscando desviar el dolor de su interior- no importa a donde vaya, siempre regresa en cuanto suspiro de alivio- trago saliva, intensificando su agarre- me siento enfermo y drogado por las noches de desvelo- dirigió su mirada hacía abajo, tomando un cojín del sillón para abrazarlo.

Tom lo miró expectante, boquiabierto y sin saber que decir.

¿Cómo decir que también te encuentras roto y sin saber como arreglarte?

-¿Por qué?- preguntó el de azul tragando saliva, mirando hacia adelante sin saber como responder, más sin embargo, entendiendo su dolor más no su razón.

Él siempre creyó que aquel patán de nombre "Tord" era solo un pobre imbécil con una vida perfecta; amigos, trabajo en casa, independiente en cierta manera, con dinero y libertad en todo su color.

-Esto me está matando Tom, ya no quiero sentir dolor nunca más. Me desgarra tanto que prefiero arrancarme la piel...- Tom se asustó, pues pequeñas manchas de sangre comenzaban a notarse en el suéter rojo del noruego, siendo difíciles de diferenciar por el color de la tela.

-Tord, no creo que debas hacer eso- el de azul sujeto sus brazos apartandolos con fuerza, buscando que no se lastimara.

-Incluso no entiendo porqué hacemos esto, nos odiamos y aún así acepte todo este cuento tuyo para olvidarme de mi vida- apretó su boca, encajando sus dientes en su lengua sin preámbulos- se qué me utilizas, pero no eres el único que está utilizando a alguien- se levantó, soltando la almohada y tomando su cabeza- puedes dormir en mi cuarto, yo tengo que irme en cuanto terminé de bañarme- se fue tambaleandose, dejando a Tom solo en la oscura sala.

Tom solo pudo perseguirlo con la mirada, quedándose callado y con una sonrisa en su rostro.

¿Por qué no hiciste nada aún sabiendo mis intenciones?

El de azul llevo su mano hasta una de las botellas de alcohol, bebiendola hasta que no quedará líquido.

¿Por qué me siento felíz, como un enfermo, de saber que sufres al igual que yo?

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora