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Estaba siendo perseguido después de haber robado en el supermercado varias botellas de smirnoff y haberlas colocado en su maleta, que si bien no saciaba su hambre, creía que si la ansiedad de consumir alcohol.

Los guardias lo perseguían, perdiendo en el camino a unos cuantos que tenían peor condición que él. Sin embargo, durante su huída tenía que esquivar a las personas que interrumpian su camino, y a algunas otras que se querían hacer los héroes del día.

Al creer que ya se había librado de ellos, chocó con una persona, haciendo que sus botellas salieran de su maleta y cayeran, rompiendose en miles de pedazos en el piso.

—¡¿Qué diablos te pasa?! ¡Maldito, fíjate por donde caminas, estúpido!— le gritó aquella persona, para después seguir su camino sin siquiera ayudarlo.

Al igual que aquella persona, las demás solo lo ignoraban y unas cuantas miradas curiosas volteaban a verlo, pero siempre que veían la cantidad de botellas de alcohol lo pasaban de largo, creyendo que estaba ebrio. Claro que el de cabello en puntas notaba aquello.

—Si ven el alcohol en el piso significa que no me las he tomado, maldita sea— se levantó molesto, mirando los vidros y el líquido en el cemento.

Tom puso una cara sombría, para luego juntar su mochila, meter sus manos en los bolsillos de la sudadera y ahora ir caminando a su callejón.

Al llegar, se sentó en el piso y colocó su cabeza entre sus dos piernas.

Creí que ya no podía caer más bajo, pero siento como cada vez descubro un lugar más oscuro y profundo, haciendome al mismo tiempo más incapaz de salir.

El de azul comenzó a llorar, recordando los tiempos en las que sonreía con sus amigos mientras tomaba alcohol, aunque esos no eran los mejores, los mejores eran cuando tenía a sus padres y a sus amigos, además de no tener su adicción.

Miserable.

InestableWhere stories live. Discover now