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Girar y girar, eso es lo que hacía y parecía ser lo único que sabía hacer. Sus pasos volvían a recorrer el mismo lugar una y otra vez sin saber cómo detenerse; pero no solo eso, los pensamientos también iban y venían de un lado a otro nuevamente.

Su cabeza, sus cuencas, sus pies y piernas dolían.

¿Por qué no podía estar bien?

Todo siempre parece tan lejano y, al mismo tiempo, tan cercano; como si fuera la primera y última vez. El pasado volvería a ser su presente, puesto que los sentimientos regresarían con la diferencia de que serían cada vez más fuertes y, por lo tanto, más consciente de ellos conforme crecían. Mientras que su futuro no podía ser más que deprimente. A ese paso volvería a estar junto a la soledad, quien pareciera estarlo esperando antes de la mitad del camino llamado vida; siendo paciente, observándolo.

No, no, no, no, no...

Su espalda sufría de escalofríos con cada respiro ahogado que tenía y su temblar evidenciaba su pronto estallar. Su mirada desesperada por primera vez se desvió del suelo y sus dedos quedaron estáticos.

Clac, clac, clac.

Pasos tras pasos que se acercaban pararon, siendo reemplazados por el sonido de las llaves, maullidos y por último el del picaporte siendo girado hasta abrir la puerta. La figura del comunista con la jaula en manos se mostró. Tom parpadeo con la mirada perpleja, al mismo tiempo que su boca se abrió y se cerró sin decir nada.

—¿Qué? — preguntó el noruego con duda ante la expresión en su rostro y el silencio por parte del de azul.

El alcohólico trago saliva, ordenando a su estómago y a su garganta que dejaran de ser tan incomodas, pero desafortunadamente le desobedecieron. Por otra parte, el de cuernos quien se hallaba aun confundido entro al departamento luego de cerrar tras de sí la puerta.

—Yo debería preguntar eso— se armó de valor y giro su cuerpo en dirección al noruego, plantándole cara sin saber que esperar mientras que escuchaba los latidos en su cabeza, poniéndole los nervios de punta.

Tord examino la casa, ¿había dejado mierda de gato en la sala antes de irse? Claro que no, él sería el primero en quejarse si algo como eso llegará a ocurrir. Sus ojos al terminar de recorrer la habitación nuevamente se dirigieron al de cabello de puntas, analizando sus palabras, sin encontrar la razón de su pregunta y comportamiento.

—¿A qué te refieres? ¿Estás ebrio? —rio, dejando a la gatita en libertad luego de haber puesto la jaula en el suelo.

Por supuesto, él jamás habría de imaginar que su antiguo enemigo hubiera revisado su armario. Era algo que jamás habían concordado, pero debían de respetar su escasa privacidad al compartir aquel departamento con una sola habitación para dormir. Tom desde luego sabía de ello, ¿por qué mierda tuvo que abrir el armario del adicto al tabaco? Si mencionara lo de la maleta evidenciaría su cometido, ¿pero eso importa ahora? Un golpe o golpes en la cara y gritos eran lo máximo que se podía llevar.

—Maleta roja— respondió con simpleza, entrecerrando ambas cuencas de forma culposa, aunque la verdad es que se estaba muriendo por dentro.

Tord abrió ambos ojos, paralizándose en el acto de acariciar el suave pelaje de la gatita; quien tan pronto como dejo de recibir mimos, se fue para dirigirse a su pequeña cama.

—¿Cómo es que t...— y antes de si quiera poder terminar su pregunta, fue interrumpido por un gruñido del de cuencas.

—¡No importa como lo sé, ¿desde cuando tienes planearlo hacerlo?! ¡¿Se lo has dicho a los demás o será de imprevisto una vez más?! — grito con una expresión llena de furia.

El de cuernos lo miro en silencio, sintiéndose confundido y a la vez herido sin encontrar excusas ni respuestas.

—¿Acaso te importa? — dijo en voz baja, soltando una pequeña risa con burla— no somos amigos, eso dijiste aquella vez. No le veo la diferencia ahora.

¿Cómo decir que te importa?

Tom volvió a abrir y cerrar la boca, mientras veía al comunista dirigiéndose nuevamente a la puerta. Él había olvidado todos aquellos sentimientos que le impedían saltar sobre el noruego y tomo su brazo.

—¿Y Edd? Él está enfermo y son amigos, ¿no te importa? — pregunto elevando su tono, creyendo que, si no es por él, entonces podría ser por el de verde.

Tord lo miro por unos segundos, notando aquella apariencia de desespero que él mismo cargaba en varias ocasiones. ¿Por qué Tom ha reaccionado de esta forma? Era inútil pensarlo, así que jalo su brazo sin éxito y con los ojos cansados los desvió.

—Me importa— respondió con sencillez, pero la sorpresa en su rostro se hizo notar cuando el de azul lo tomo por los hombros de un momento a otro.

—¡Maldita sea Tord, ¿no puedes hablar con más claridad?! ¡Ahora es diferente a antes, ¿qué es lo que no entiendes?!

¿Cuál es la diferencia?

El comunista no sabía la respuesta y se hizo notar en su mirar. El alcohólico suspiro.

—Solo habla...— dijo con cansancio y determinación en sus palabras, indicándole al contrario que sería escuchado de una buena vez.

Tord trago en seco.

Quiero cambiar mi mente.

InestableWhere stories live. Discover now