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Al regresar todo fue perfecto, extrañamente perfecto; no hubo gritos ni golpes y las discusiones no habían tenido comienzo. Todo es raramente tranquilo, tal vez porque ambos lo estén y en todo caso, Tord lo está. Incluso para Ringo es lo mismo, no hacía más que dormir y ronronear para pedir comida y agua o de vez en cuando caricias.

Tom se encontraba recostado en su cama observando al techo y pensando en su extraña situación. ¿Por qué a pesar de sentirse bien no puede más que estar preocupado por algo que desconoce? Aún cuando su cama es muy cómoda no puede descansar como es debido a ese estúpido pensamiento que predomina sobre él.

Así que soltó un suspiro y sus manos buscaron a su preciado bajo que se hallaba a un lado suyo. No tendría ningún resultado en pensar en algo que ni siquiera sabe que es, por lo que, sin poder dejar de sentir esa vaga sensación de desconcierto, tomo a Susan y se dispuso a tocarla; un ritmo lento y tan tranquilo que solo le traía paz y más paz. Cerró sus cuencas y tocó las cuerdas, sintiendo aquella textura en sus dedos que anteriormente le había hecho callos en su piel, pero ahora no era más que solo un recuerdo bonito de sus primeras veces tocando ese instrumento.

—¿Cuál es esa canción? — pregunto el noruego desde el otro lado de la habitación mientras acariciaba a una pequeña gatita. Su mirada no se apartaba de esa tierna bola de pelos grises, había olvidado lo suave de su pelaje.

—Ninguna, la acabo de inventar— termino y sus ojos recorrieron la habitación hasta posarse en el sujeto con peinado de cuernos, sorprendiéndose por la convivencia entre esos dos— no sabía que le agradabas a Ringo.

—Antes la cuidaba, ¿lo olvidaste? — dijo con burla.

Tom bufo. Claro que lo recordaba, no obstante, eso fue en un tiempo muy atrás y realmente no era para tanto ya que fue cuando Edd y Tord comenzaron a vivir juntos.

—Como sea, ahora yo soy el que lo hace, sin embargo, no hace más que correr de mí en cuanto me ve a pesar de que yo le doy comida y limpio sus desechos— gruño en lo que dejaba a un lado su instrumento, notando los rasguños en sus muñecas al haber querido tomar a ese animal.

Tord rio y cargo a la pequeña gatita para dejarla arriba de su regazo.

—Eso es porque apestas y eres idiota con los animales, incluso si has vivido con ella el mismo tiempo que con Edd. Supongo que es porque jamás la has tratado. ¿Por qué no pruebas ahora? — pregunto sin dejar al lado el tono de burla y pareciera que se lo restregaba en la cara cada vez que sus manos se movían de un lado a otro sobre la espalda de la criatura esponjosa.

El de cuencas sonrió de lado y desvió la mirada.

—No gracias, prefiero no llenarme de pelos.

Tord resoplo y ahora sus pupilas se dirigieron a su celular en el que se reproducía un video de comida. Estuvo sin interrupciones un par de minutos antes de que el de azul interrumpiera.

—Tord.

—¿Qué? — pregunto mientras pensaba en ir a un restaurante, sería bueno divertirse un poco antes de irse. Ahora ya no quedaba más que hacer y eso de una forma enfermiza lo aliviaba. Solo quedaba aceptarlo.

—¿Todo esta bien? — se rasco la nuca y miro sus propios pies, esperando una respuesta que para su preocupación tardo en llegar unos segundos.

—Si— contesto sin dejar de reproducir el video. Incluso si respondía que no, no había forma de que pudiera hacer algo para que todo esté bien.

—Ya veo...— incómodamente tomo nuevamente su bajo, sin saber que más decir o hacer; en primer lugar, ¿por qué pregunto eso? Estaba dispuesto a tocar otra vez hasta que el suspiro pesado salió del de rojo, así que lo miro esperando una conversación.

Tord lo miraba, pero en cuanto sus ojos se vieron los unos a los otros, los aparto.

—Continúa tocando.

Tom confundido asintió, miro inseguro sus manos y las paso por las cuerdas.

Lo que no sabía Tom es que en la mente del comunista hubo una alarma. Preguntaría acerca de la razón de su mentira con respecto al polaco, pero cualquier indicio de ese tema terminaría en la revelación de que se iría de ahí dentro de poco. Así que incluso si su curiosidad clamaba por saber la verdad, la contuvo y siguió mirando aquellos videos que ahora ya le aburrían.

¿Qué tan miserable es que la felicidad venga acompañada por un mal presentimiento y la culpa?

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora