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Sus miradas se conectaron por unos segundos hasta que el noruego no pudo seguir y la bajo. Quería escapar, olvidar ese momento y simplemente desaparecer, pero algo en él deseaba hablar todo lo que le estaba sucediendo a pesar de las dudas y el miedo que sentía.

—Bien... — dijo finalmente Tord, apartando ambas manos que aprisionaban sus hombros para luego sentarse en el sofá, mirando al suelo— tengo que irme.

Tom asintió y cruzo sus brazos. Eso ya sabía, pero conocía como al noruego se le dificultaba expresarse y dejo que pensara las cosas en silencio.

—Me llamaron unos amigos la vez que fuiste por Ringo y me avisaron que vendrían por mí. Aún no sé cuándo, pero puede ser cualquiera de estos días antes de que se cumpla una semana desde entonces — sus pupilas se apartaron del piso nerviosamente, ahora buscando algo con lo que distraerse y calmar aquella ansiedad en crecimiento; por lo cual, una vez encontrando algo, se inclinó un poco y abrió una pequeña caja de madera sobre la mesa, sacando de esta misma un puro.

—¿Una semana? — preguntó Tom con una expresión llena de sorpresa y pánico— ¿Eso no es demasiado pronto? — sus piernas caminaron hasta su lado y luego se sentó, aun atento ante cualquier movimiento o respuesta del contrario. Su expresión se tornó una molesta cuando observo que Tord había encendido el puro con un encendedor que saco de su bolsillo.

El de cuernos tardo unos segundos en lo que daba una calada desesperada y seguidamente negó con la cabeza a la vez que su mano libre se paseaba por su cara. Él odiaba estar en el mismo lugar que ese anciano estúpido que lo único que ha hecho desde que nació fue asegurarse que sea infeliz; por eso lo hizo y por eso ahora está en esta situación.

—¿No?

El noruego lo dejo en espera, mirando a la nada y expulsando el humo de su boca con una cara de asco.

—Yo... —suspiro, dejando en un cenicero el puro al no poder disfrutarlo mientras aún hablara, además, juraría que ha sido el peor sabor a tabaco que ha probado luego de la primera vez que fumo uno— tuve que irme desde hace mucho.

—¿Qué?

Tord rio un poco y giro la cabeza para evitar la mirada de incertidumbre del de cuencas que había visto de reojo.

—Aquella vez que nos peleamos en el taxi... fui con mi padre y le pedí un descanso para poder pasar más tiempo con Edd— volvió a soltar una carcajada corta al parecerle absurdas sus acciones de ese entonces— y me hizo mierda— su cabeza cayo hacia atrás, en el respaldo del sofá.

Tom asintió al recordar aquel día, pero no entendía que relación había eso con lo otro y la razón de su risa.

¿Tenía eso algo de gracioso?

El comunista pudo identificar una vez más su confusión, pese a ello, no haría nada como aclararlo, pues para él era obvio; haberle pedido un descanso fue como si le mostrara su mejilla y rogara que le golpeara.

—También él supo que vivía con ustedes... —sus manos formaron puños y sus uñas se encajaron en sus palmas de inmediato— y le había dicho que vivía solo todos estos años. Fui un idiota, quise escapar, arriesgué todo y por ello ordeno matar a mi madre y ahora ustedes también están en peligro por mi culpa...

Tom trago saliva. Él lo había culpado e insultado, todo por el simple hecho de que lo asocio a sí mismo. No podía apartar sus cuencas de aquel noruego tembloroso y, además, las últimas palabras dichas por él se repetían sin cesar.

—¿Q-Qué dijiste? — pregunto con duda, a pesar de haberlo escuchado claro.

La boca cerrada del contrario obligo al de azul a extender su brazo y moverlo por el hombro, buscando respuestas.

¿Ellos terminarían igual que su madre? ¿Quién es su padre exactamente? ¿Por qué se sentía culpable si el que cometió el error no fue él? ¿Por qué tenía miedo y no exactamente a lo más lógico? ¿No había nada que pudieran hacer? ¿Por qué ahora no le decía que había Sido estúpido y le reclamaba por ello?

Confusión.

El extranjero entrecerró los ojos y no sabía si continuar, moviendo la cabeza de un lado a otro en consecuencia de la dificultad que tenía al hablar más.

—Habla Tord, ¡habla maldita sea! — grito el británico, pues su cabeza explotaría de preguntas sin respuestas.

—Él siempre me ha quitado todo lo que me importa, Tom... No quiero eso de vuelta —se abrazó a sí mismo— mamá, niñera, amigos... Soy débil... —sus dientes no podían estar más juntos y las lágrimas amenazaban con salir más allá del contorno de sus ojos hasta que una se desbordo, deslizándose por su mejilla. Ese fue el inicio de todo.

Tom no imaginaba que pasaría esto.

Su boca no hallaba palabras que soltar, su mente se quedó silenciosa por primera vez desde hace mucho tiempo y sus manos buscaron atrapar al noruego. Ver múltiples gotas caer, gotas de sufrimiento, coraje, miedo, impotencia, dolor...

No necesitaba más.

Sintió como sus dedos y sus palmas tocaron la espalda del comunista y a continuación no hubo más que sollozos. Tord, él busco alejarse con desespero, pero sus lágrimas salían y en medio de esos movimientos bruscos las limpiaba sin concretar ninguno de sus objetivos; así que al final su cabeza termino en el hombro del otro sin poder contener más todos los sentimientos que ha resguardado.

El amante del alcohol seguía teniendo dudas, pero incluso las había olvidado mientras continuaba abrazándolo. Podía sentir su dolor y, al mismo tiempo, culpabilidad al agradarle lo que estaba pasando.

InestableWhere stories live. Discover now