Capítulo sesenta y nueve

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—¿Cómo estás con Stef? —intento no demostrar mis nervios.

—Bien, pero eso no entra en lo que quiero hablar contigo, ¿de acuerdo? —su tono es autoritario. Se parece un poco a papá.

—¿Qué pasa?

—¿Estás embarazada? —va directamente al punto. Palidezco, y él se da cuenta. No obstante, insisto en ocultarlo.

—¿Qué?, ¿estás loco? No, no estoy embaraz...

—Brisa —me corta con seriedad—, no puedes ir en auto sin pedirme que pare para que tomes aire, tienes mucho apetito, a veces se te aflojan los tornillos y luego vuelven a su lugar, después tienes náuseas, te molesta mi perfume, otra vez comes como vaca, te dan antojos, vomitas y luego, otra vez, se te aflojan los tornillos.

¡Mierda!

—Es que tengo la regla —uso lo primero que se me viene a la mente.

—La menstruación no te dura tanto. Tú llevas así desde antes de que Gastón se fuera.

Aparto la mirada.

—Bueno, es que a veces tengo esas cosas, Isaac.

—No —me obliga a verlo—. No entiendo por qué te molestas en ocultármelo. No te voy a golpear la panza para que pierdas el bebé, si es lo que pensabas que haría al enterarme.

Suelto un largo suspiro. Tengo un nudito chico en la garganta, pero aun así es molesto. Perdí. Ya sabe la verdad. Es hora de confirmárselo.

—Tengo unas semanas de embarazo. Quería decírtelo después de contarle a Gastón.

Me mira sorprendido.

—¿Aún no lo sabe?

—No. No puedo decirle eso por llamada. Quiero que lo sepa cuando vuelva, cuando estemos frente a frente. Solo quedan horas para que regrese.

—¿Se lo vas a informar antes o después de comunicarle lo que pasó en su casa?

—No sé, Isaac, no quiero estresarme ahora. Parece que el estrés en el embarazo es peor, o eso siento yo. Mañana le diré ambas cosas.

Ceno, y me voy directo a la cama, con la ilusión de que las horas pasen, y pueda volver a ver a Gastón después de tres largas semanas sin abrazarlo, ni besarlo. A pesar de los nervios, descanso muy bien. Isaac me está apoyando, y está convencido de que a Gastón le encantará la noticia. Que a pesar de ser otro bebé que no estaba en sus planes, se sentirá el hombre más feliz del mundo.

Sueño con él. Y me despierto contenta de saber que en menos de cuatro horas lo tendré conmigo.

—¿Nerviosa por hoy? —Isaac me da un beso en la mejilla y luego uno a Stefanía. Se sienta en frente de ambas y se sirve café.

—Un poco —muerdo lo que queda de mi tostada y le doy el último sorbo a mi café. No tengo tanto apetito, creo que es por los nervios.

—Mamá ha llamado hace un rato, están en California.

—¿Qué?, ¿están aquí? No avisaron que vendrían.

—Ya sabes que mamá y papá son un poco impredecibles cuando se les da la gana.

—Bueno, supongo que hoy tendremos una cena familiar. Gastón me dijo anoche que hoy también vendrían sus padres y su hermano a la ciudad.

Isaac hace una mueca con la boca, dejándome claro que solo posee la información sobre la venida de nuestros padres y nada más.

—¡Amo las reuniones en familia!, y más cuando hay muchas personas, porque eso significa mucha comida —manifiesto sincera, con la alegría que me da imaginarme el banquete de esta noche.

Destinados #D1 (Completa)Where stories live. Discover now