Capítulo cuarenta y siete

24.9K 2.9K 1.2K
                                    

Brisa

El olor a tostadas me despierta antes de que la alarma suene, la desactivo y me voy al baño para darme una ducha rápida que logre despertarme por completo. Hoy tengo dos cosas importantes: levantarle el ánimo a Stefanía y ver qué queremos hacer Gastón y yo con... esta ¿relación?... Yo sí sé qué es lo que quiero.

Después del beso de ayer lo tengo todo claro. Porque esa sensación recorriéndote el cuerpo entero no te la da cualquiera. Tiene que haber gusto y amor. Y yo lo quiero más que como un amigo. Quiero que tengamos algo, que lo hagamos funcionar, que lo hagamos crecer.

Sabes que una persona te gusta cuando te roba hasta el último suspiro que tienes, cuando el querer se transforma en amar, cuando el roce se convierte en algo más firme. Cuando las cosquillas en la panza afloran y no se detienen, cuando una estúpida palabra te quita una sonrisa tonta, cuando una mirada basta para hacerte estremecer. Todo eso es lo que Gastón me hace sentir cada vez que estoy a su lado.

Me visto rápido. Quiero bajar para verlo. Siento nervios, pero si podemos me gustaría hablar con él sobre el tema. Creo que sería lindo llegar de la universidad y poder darle un beso sabiendo que hemos formalizado la situación. Pienso que las cosas han pasado demasiado rápido, que de un momento a otro nos besamos, pero sé lo que quiero. Lo quiero a él.

Y pensar que hace unas semanas no quería tener nada con nadie... Quizá por esto fue que Liam y yo tuvimos que terminar. Es un poco doloroso si pienso en todos los años que pasamos juntos. Al final resultó que no éramos el uno para el otro. Pero como reza el dicho «las cosas pasan por algo».

Preparo mi bolso de la universidad para ya dejarlo abajo y no tener que subir a recogerlo. Salgo de la habitación y bajo las escaleras con timidez. Es un poco vergonzoso, la verdad.

—Buenos días —saludo desde el umbral de la entrada de la cocina. Gastón está de espaldas con el torso desnudo sirviendo jugo. Si algo se me hace sumamente seductor en un hombre es su espalda. Gastón se da la vuelta.

—Buenos días —sonríe y se acerca para tomarme de las manos y acercarme hacia él. Me da un corto abrazo y, en menos de un segundo, su boca ya está posada sobre la mía causando todas las sensaciones placenteras que puedan existir.

Sus labios se entreabren para que su lengua pueda meterse en mi boca y le permito el acceso. Sus manos bajan hacia mi cintura, y me hace dar unos pasos para luego tomarme de las piernas y subirme a la mesa. La calza que llevo puesta me permite poder sentir cómo su miembro va agrandándose conforme el calor entre nosotros va creciendo. Lo único que se oye en la cocina son nuestros labios separándose milisegundos para darnos el momento de tomar aire.

Esta es otra de las cosas que Gastón me provoca. El querer seguir. El querer llevar los besos a otro punto, a otro extremo más intenso. ¿Por qué me pone tan caliente?, ¿qué tiene que me hace desearlo tanto?

Sus manos vuelven a colarse debajo de mi remera. Me acerca más para poder sentirme. Siento calor. ¡Siento mucho calor!

Anoche, desistí de pedirle que se quedara a dormir conmigo, porque primero quería que aclaráramos las cosas, y ese era el plan que tenía cuando bajé las escaleras. No quería que nos besáramos, no hasta saber qué íbamos a hacer. Pero aquí estoy... sobre la mesa y disfrutando de cómo se siente su miembro sobre mi parte íntima.

—Gastón —me separo un poco, pero su boca se disgusta y vuelve a aprisionarme.

—No hables —ordena con voz seductora. ¡Ay!, que no pida eso, no cuando estoy al borde de pedirle que me lleve a la habitación.

—¡Mmm! —gimo—. No podemos hacer esto —murmuro, pero a él no parece importarle lo que le dije, pues me muerde el labio con algo de brusquedad.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora