Capítulo nueve

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Brisa

Cuando me quedé sola en el departamento con Stefanía me paré a su lado y me quedé observándola con cara de ¡¿Por qué hiciste eso?!, algo que ella ignoró y se hizo la desentendida. Se dio vuelta para irse a la cocina a comerse lo que había en la heladera. Por supuesto que no dejé que se saliera con la suya y le pregunté por qué motivo le había dado mi dirección a quien ya me la había pedido y a quien yo se la había negado.

—¡Se la di porque me insistió y me dio algo de pena! La vida los separó, ¿no? Lo has encontrado después de mucho, no dejes que esto sea una simple coincidencia y ya. Intenta volver a ser su amiga. —alegó. 

No voy a decir que las palabras de Stef no resonaron en mi mente por largos minutos porque, en realidad, sí lo hicieron. Inclusive yo misma había pensado en ello poco antes de que Gastón se marchara. 

Mi rubia amiga no se entera de mis pensamientos, toma un helado de la nevera y empieza a comerlo mientras se cuelga su cartera y me recuerda que tenemos un compromiso hoy. Tomo una breve ducha, me cambio y la sigo.

Aun cuando vamos andando por la calle viendo tiendas, las palabras que Stef me dijo, hace unos minutos en mi casa, revolotean en mis pensamientos. Tal vez, está en el destino de Gastón y en el mío el encontrarnos, el sanar nuestra amistad; continuar con ese hilo que trenzamos desde niños; acompañarnos como amigos en los momentos dulces y en los amargos; tal vez nos volvimos a encontrar porque él necesita de alguien que lo acompañe a superar su dolor…

Por andar en cavilaciones me encuentro caminando sola. Stef se detuvo en un aparador, así que me regreso y me detengo al lado de mi amiga. Veo que le llama mucho la atención un bolso negro con cadena dorada y dos letras «G», en el medio de una vidriera llena de ropa. A mí no me gusta mucho (no soy de comprarme mucho esas cosas, soy más de la ropa y las zapatillas), pero no la obligo a que se apresure porque sé que le gustaría mucho tenerlo.  

Desde el jueves habíamos planeado salir de compras para refrescar un poco nuestros armarios que hacía tanto no renovábamos. Bueno, en realidad quien necesita con urgencia ropa decente, soy yo, porque Stef suele tener ropa actualizada, bonita y a la moda, siempre, pero para ella nunca es suficiente y continuamente quiere más, porque adora vestir bien. Yo planeaba quedarme en casa a ver una película, pero Stef había insistido mucho en que no nos vendría mal darnos ese gusto ahora que ella ya tenía un buen ahorro y que yo también.

Mis padres son millonarios, pero eso no quiere decir que me guste que me den plata, si la acepto es más por la universidad y no por otra cosa. Además, la fortuna que mis padres poseen se la han forjado a punta de trabajo. Desde que tengo memoria los he visto trabajando sin cesar, hasta lograr consolidar la empresa que ahora les da para vivir tranquilos, darse algunos lujos y poder cuidar de su familia. Mientras mis padres trabajaban mi abuela se encargaba de mí y de mi hermano. Fue mi abu quien me enseñó a apreciar el real valor de producir el dinero propio y el de vivir con sencillez.

Siempre he tenido trabajos a tiempo parcial, que me han dado lo suficiente como para mantenerme y regalarme algunos pequeños caprichos. Con el dinero que ahorré del empleo que tuve hasta hace un mes, más el trabajo de Liam como empresario podemos estar tranquilos por una temporada.

Bueno, no es que mi trabajo como cantinera me haya dado mucho dinero, pero al menos he podido juntar lo suficiente para tener salidas como estas. Liam me ha dicho más de una vez que prefiere darme todo el dinero que quiera para que yo no tenga que trabajar. A él no le gustaba que trabajara de noche porque quería que me enfocara nada más en terminar mis estudios. Pero, así como no me gusta que mis padres me den dinero, tampoco me gusta que Liam lo haga.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora