Capítulo cincuenta y tres

10.5K 919 636
                                    

Gastón

—Me alegra mucho que Stef parezca estar mejor. No es que sea la misma Stef bromista de antes, pero al menos hoy la vi reírse muchísimo —comenta Brisa sonriéndome.

Asiento ante su comentario y la atraigo para besarla.

Durante la visita a casa de Stef, me contuve para no besar apasionadamente a mi novia, porque su hermano estaba ahí, y además porque Stef se encuentra pasando un mal momento sentimental. No quería ser imprudente e inoportuno con mis demostraciones públicas de afecto. Eso habría sido incómodo. Contener las ganas de besarla requirió mucho de mí, y ahora que estamos solos en el pasillo del edificio, a punto de entrar a su departamento, tengo que aprovechar la oportunidad.

Empiezo a besarla y meto mi lengua en su boca. No tengo que pedir permiso para poder hacerlo, porque parece tan entusiasmada como yo. Le muerdo el labio y se lo estiro.

—¿Tienes ganas de ir a la cama? —me pregunta con voz juguetona.

—Sí..., pero no a dormir —murmuro y aprisiono otra vez su labio con mis dientes. Suelta un gemido—. ¿Te dolió?

—Un poquito, pero estuvo bien —responde—. Será mejor que entremos antes de que alguien salga al pasillo y nos vea.

—Sí —la tomo de las piernas para que rodee mi cintura con ellas.

—Oye, no... —se ríe—. Alguien saldrá y nos verá. Bájame, ¡bájame! —me pide, pero no le hago caso.

—Nadie nos verá. Además, estamos aquí nomás —meto la llave en la cerradura y cierro con el pie cuando estamos en el interior del depa.

La vuelvo a besar con ganas, mientras camino hasta su cuarto, con ella aún rodeando mi cintura. Tengo muchas ganas de hacérselo de nuevo, ganas de tocarla, de verla desnuda y de escuchar cómo gime debajo o encima de mi cuerpo. O en cualquier posición en que ella quiera hacerlo.

La acuesto sobre la cama y me separo un poco para quitarme la remera. La excitación que empiezo a sentir me da calor.

Brisa se queda observando mi cuerpo y su cara de deseo me roba una sonrisa. Me encanta cuando se muerde el labio y me mira de esa manera juguetona. Me subo encima de ella y le desabotono los tres primeros botones de su camisa a rayas, pero me detengo cuando una persona pasa por mi mente, Sofía.

No puedo hacer estas cosas con Brisa, sabiendo que le estoy ocultando algo que la va a molestar un montón. Que Sofía vaya a vivir conmigo es una locura, pero ya lo he acordado con la madre de mi hijo. Tengo que decirle la verdad. De lo contrario, esta noche no podré dormir. Se va a enojar, pero estoy seguro de que va a ser peor si lo dejo pasar.

Brisa

—¿Qué tienes? —le pregunto con la respiración agitada.

Gastón, quien está encima de mí, se disculpa y se pone de pie para buscar su remera del suelo.

—¿Qué... qué haces? —lo miro.

—No puedo hacer esto... No sin... hablarte de algo... —responde, colocándose la remera.

Me siento en la cama, abotono mi camisa y lo miro con preocupación.

¿No puede hacer esto?, ¿qué cosa tan importante tiene que hablar ahora... justo en el momento en que íbamos a tener otra noche de placer? Ahora me siento frustrada y algo asustada. Nunca es bueno que te digan que hay que hablar.

—¿Qué pasa, Gastón? —palmeo la cama para que tome asiento a mi lado. Se mantiene callado y con la vista al suelo. Parece dubitativo—. Gastón —lo llamo—. ¿Hiciste algo malo?

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora