Capítulo veintiocho

27.7K 3K 1.5K
                                    

Brisa

La tediosa alarma me despierta a las diez de la mañana del sábado, protesto adormilada y estiro perezosa el brazo para apagarla. Pero antes de llegar a hacerlo, algo raro cae sobre mi cuerpo —sobre todo en mi cara— y me obliga a abrir los ojos de golpe. Una ligera nube blanquecina parece alzarse frente a mí.

Stef, mi hermano, Matt y mi novio son lo primero que veo. Están parados junto a mi cama con sonrisas que dan miedo, y tardo unos segundos en recordar que hoy es mi cumpleaños número veintiséis. Me acabo de dar cuenta que lo que me han arrojado es ¡un paquete entero de harina! Es una forma de «celebrar» y recordarme que hoy estoy más vieja que ayer. Sonrío por el gesto, pero por dentro no estoy tan contenta por estar bañada de polvo blanco en todo mi cabello y cara. Me quejo cuando me entra en los ojos.

—¡Los odio!

—¡Ay!, ¡pero nosotros te amamos! —dice Stef, acercándose para saludarme. A juzgar por su expresión, parece estar más contenta que yo.

Los demás chicos me reciben con un abrazo y nada más. Sé que si no me dan un beso es porque estoy hecha un desastre total. Pasaré un largo rato en la ducha intentando sacar la harina de mi castaño pelo.

—Ahora pide un deseo —dice mi hermano cuando toma el pastel que reposaba en mi cómoda. No me había dado cuenta de que estaba ahí. Miro la vela un momento y, después, cuando ya he deseado que el amor siempre permanezca en mi puerta, dejo escapar el aire de mi boca. Algo bueno que destaco es que no hundieron mi cara en el pastel. ¡Están madurando!

Como es mi cumpleaños tenía planeado quedarme en la cama hasta la hora del almuerzo, pero anoche Stef me pidió que la acompañara a hacer unos trámites. Y con trámites, me refiero, a comprarme un regalo. Yo le dije que no quiero nada, que guarde su dinero y que lo use en algo que realmente valga la pena, pero mi amiga a veces puede ser muy persistente, y su excusa es que no me dejará sin un obsequio.

Mi hermano sale de la casa un rato después a hacer no sé qué. No me dijo a qué lugar, pero yo tampoco pregunté. Stef y Matt me avisan que desayunarán en casa de Stef para que Liam y yo estemos un rato juntos, antes de que me marche. Termino de bañarme, de cepillar mis dientes, y el aroma del desayuno me lleva hasta la habitación.

Comemos con tranquilidad, con alegría, con mucho amor, y siento que el día para mí ha comenzado bien.

—Te tengo una sorpresa para la noche —comenta Liam, con mirada misteriosa.

—¿Sí...? ¿Y qué es? —pregunto, besándolo. Mi tono contiene una chispa de picardía. Me sonríe, captando el mensaje.

—¡Nooo!, ¡eso que piensas no es!. Pero no significa que no podamos hacerlo en la noche —me besa— o ahora —agrega, apartando la bandeja con comida y subiéndose encima de mí.

A partir de eso, nuestra ropa va desapareciendo, hacemos el amor... Dicen que el sexo es bueno para comenzar el día. ¿Será cierto?

Cuando terminamos el acto sexual, me visto y le doy un beso. A los minutos, Stefanía me avisa que está abajo. Reviso mi móvil y veo que tengo mensajes de Gastón, de mis padres, algunos primos, tíos, mi abuela y un par de compañeras de la universidad, pero los abriré todos cuando esté en el auto.

—Te veo en un rato —saludo.

—¡Adiós, cumpleañera!

Bajo en el ascensor, salgo a la calle, diviso el viejo auto de mi amiga y lo abordo.

—¿Y qué tal?, ¿han hecho el amor? —pregunta pícara. Algo me dice que ella sí que ha hecho el amor.

—¿Tú qué piensas?

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora