Capítulo quince

33.7K 3.5K 1.3K
                                    

Brisa

¡La tarde se me pasa volando! Cuando estoy en el auto de Gastón regresando a casa me decepciono, por lo corto del tiempo.

La pasé bien, no voy a negarlo, quiero que repitamos, que planeemos una salida pronto porque su compañía es muy buena. Me había olvidado lo que se sentía ser su amiga. No estoy segura de que ya seamos amigos, porque para serlo nuevamente hay que dejar pasar una temporada —claramente, no tan larga— y ahí veremos si hemos vuelto a amigarnos o si necesitamos más tiempo. En nueve años las cosas cambian un montón, así que la confianza debe volver a restaurarse. No es que quiera decir que no confío en él, pero hay cosas por conocer de cada uno.

La noche está adornada de estrellas y una brisa de aire fresco la recorre. El ambiente está propicio para acostarse sobre la arena a mirar el cielo mientras el mar suena como una relajante música de fondo.

Me sonrojo al recordar nuestro acercamiento. La llamada nos había interrumpido y nos separó, lo cual agradecí un momento, pero cuando lo vi marchar sentí un pinchazo de desilusión. Sé que pensar así está mal, que a veces mi consciencia debería estar delante de mis pensamientos... ¿cómo decirlo...? No sé.

Cuando Gastón regresó a la piscina estaba un poco raro, pero no tardó mucho en mejorar su estado de ánimo. Moría por saber qué le pasaba —todavía tengo curiosidad— porque antes, cada vez que le sucedía algo yo era la primera en saberlo. No insistí porque tenía que respetarlo y no quería que se molestara conmigo y la tensión creciera, pero si esto hubiera ocurrido hace diez o doce años yo no habría respetado su silencio. Todo lo contrario, le habría sacado su malestar a la primera, le habría comprado comida y me hubiese quedado con él para hacerlo sentir mejor.

Después de una hora en la piscina, cuando nuestra piel ya estaba prácticamente arrugada, decidimos meternos dentro y mirar una película. El televisor es una de las cosas que no me había dado cuenta que había cambiado, y qué bueno que se deshicieron de esa tele, porque según recuerdo la última vez que había venido no funcionaba del todo bien.

A partir de la mitad de la película no vimos nada más, pues empezamos a contarnos anécdotas divertidas de los últimos años. Gastón fue quien más habló porque en su trabajo siempre suele haber momentos divertidos en las escenas, como aquella vez en la que el arnés del que estaba colgado se cortó y él cayó y se fracturó una costilla. Cuando lo escuché decir eso no me pareció realmente gracioso porque se pudo hacer mal y no sé cómo, pero terminó haciéndome reír.

Al rato Gastón bajó con una caja llena de álbumes de fotos que no recordaba que habían sido tomadas. En uno de ellos estaba el del último verano que había pasado en esa casa, me veía tan pequeña, tan delgada, al igual que Gastón. No había rastro de ningún músculo, era todo un flacucho. Nos vimos todas y cada una de ellas y para cuando vimos la hora, decidimos ir a cenar a una pizzería no muy lejos de mi casa.

La comida estaba deliciosa, la mejor pizza que probé en mucho tiempo. Después de dos botellitas de cerveza, Gastón me dijo que era mejor volver a casa porque yo tengo que estar descansada para mi primer día de clases. Y es verdad, mañana me tengo que levantar temprano.

—Y tu amiga Stef, ¿tiene novio? —pregunta de repente.

Lo miro con sorpresa. Bien... qué decir. No me esperaba esa pregunta. ¿Por qué le importa si mi amiga tiene o no novio?, ¿es que acaso le parece linda? No es que esté celosa, no de mi mejor amiga, y además tampoco es que tenga el derecho de estarlo porque Gastón está soltero y yo tengo novio. Pero está esa cosita extraña en mi pecho.

—¿A qué viene la pregunta?

Gastón desvía la mirada de la calle para observarme.

—Solo es por curiosidad. No pienses que es porque me interesa —responde.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora