Capítulo treinta y cinco

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Gastón

Una semana después le dan el alta a Brisa y, cuando me entero por sus padres, no puedo sentirme más feliz.

—Despacio —le digo y la ayudo a subirse al auto.

Brisa me regala una mirada divertida y una sonrisa pequeña. Se acomoda el pelo y espero a que me diga algo antes de cerrar la puerta del auto.

—Estoy bien, Gastón. No voy a romperme así de fácil.

Sonrío. Me inclino hacia ella para que pueda verme bien.

—Pero te quiero cuidar, y de eso no te salvarás —respondo. Cierro la puerta y rodeo el coche para meterme del lado del piloto.

—Estoy bien —me hace saber, y se pone el cinturón de seguridad. Suelta un suspiro mientras imito su acción. La noto ligeramente nerviosa y en parte me preocupa. Creo saber qué es lo que tiene. Se da cuenta de que la estoy mirando—. Me pone un poco nerviosa esto de ir en auto. Es la primera vez que voy en auto después del accidente.

Atrapo su mano y le doy un leve apretón. Mi sospecha fue acertada. Entiendo a la perfección cómo se siente y creo que, quizá, no es buena idea que la lleve en un auto hasta su casa, pero tampoco me parece buena idea que camine tanto, porque el camino hasta su departamento es algo largo. Prefiero que se cuide, que no se apresure a hacer vida normal como si nada hubiera pasado. El doctor ya se lo dijo, y me encargaré de que ella cumpla. Ha tenido un accidente muy grave y su cuerpo aún está débil.

—Iremos caminando —asiento—. Pero yo te llevaré en mi espalda para que no hagas tanto esfuerzo.

Se ríe.

—¿Qué? —me encojo de hombros.

—No lo harías —me reta, desafiante.

—¿Crees que no? —Elevo las cejas—. ¡Claro que lo haría! Si es por ti, sí.

Quiero sonreír al notar cómo sus mejillas se ruborizan, pero retengo el ademán para no ponerla peor. Se me hace adorable ver cómo deja que su cabello cubra uno de sus ojos para intentar ocultar un poco su vergüenza.

—¿Qué quieres que hagamos? ¿Te llevo en el auto o vamos caminando? —le pregunto con amabilidad. No quiero que piense que es mucha molestia, porque de verdad que no. No tengo ningún problema, lo que podría pasar es que nos tardemos un poco más de lo estimado.

La oigo soltar un suspiro y acomodarse en el asiento.

—No, será mejor que vayamos en auto.

—No me molesta llevarte en mi espalda —repito.

—Sí, pero prefiero avanzar desde ahora, será mejor que vaya superando este pequeño temor. No quiero andar temiéndole a los autos. Además, lo que pasó fue mi culpa.

—No fue tu culpa. Dijiste que los frenos no funcionaron y que por eso chocaste.

—Pero era yo quien iba demasiado rápido. Fue estúpido lo que hice.

—En su momento tenías otra cosa en mente —presiono su mano y parece gustarle. Con mi pulgar acaricio su piel unos segundos. ¡Dios!, me encanta este tipo de acercamientos que estamos teniendo, pero sé que no tengo que andar haciéndome ilusiones porque realmente no sé qué es lo que ella siente. A veces me dan ganas de preguntárselo, pero dos cosas me detienen: el que me diga que no siente nada y el que sé que no es un buen momento. Apenas han pasado casi dos semanas desde su ruptura con Liam—. No te eches la culpa. Los frenos fallaron.

Vuelve a suspirar.

—Estás suspirando mucho.

—No es verdad —niega, pero yo asiento y ella termina encogiéndose de hombros—. Vamos en auto —me sonríe.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora