Capítulo veinte

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Brisa

Los vellos de mi piel se erizan y me da cosa darme la vuelta para verlo. Veo que Stef hace un gesto con su mano para saludarlo, pero aun así yo me quedo un momento en el mismo lugar, sin animarme a dar el paso. La observo y ella a mí, sus ojos me dicen que voltee, que eso es lo que Gastón espera, pero siento vergüenza. ¡Estoy tan grande y hago estas chiquilinadas!

Se me forma un nudo en el estómago cuando sorpresivamente, el tacto de su mano me roza la piel del brazo. Suelto un suspiro después de sobresaltarme y sé que no puedo quedarme de espaldas cuando él ya me ha dado el aviso de que quiere verme a la cara para saludarme mejor. Así que lo hago... me doy la vuelta para encontrarme con mi amigo. Le regalo una sonrisa tímida y cargada de nervios, pero también de emoción por volver a verlo después de unas semanas.

La última vez que nos vimos fue aquel domingo, cuando salimos solos a la casa de verano. Es raro tenerlo frente a mí otra vez. Lo noto diferente, más alto —lo que es imposible porque ya no está en la edad de crecimiento— y eso que llevo tacones. Debe ser que me desacostumbré a su altura. Bueno, no es que estuviera tan acostumbrada porque solo llegamos a vernos unos días hace varias semanas.

Gastón me sonríe amablemente, y me mira de arriba abajo, admirando mi vestuario y obligándome a contener la respiración. Se acerca a mí para darme un cálido beso en la mejilla y suspiro al percibir el aroma de su perfume. Cuando se aparta, le echo una mirada rápida, la camisa —que por cierto tiene los tres botones, del cuello hacia abajo, desabrochados—, el pantalón de jean y las zapatillas son de color negro. Ese color siempre le sentó bien. Y ni hablar ahora que está hecho todo un hombre.

—¡Qué bueno que estés aquí, Brisa! ¡Gracias por venir! —me da un abrazo inesperado y me tardo unos segundos en responderle de la misma forma—. Por cierto, ¡te ves hermosa! —me dice y sé que me pongo roja. Agradezco que no haya tanta iluminación en esta parte de la casa.

Se siente lindo que me diga que hoy estoy bonita, desde un principio quise causar una buena impresión apenas me viera. Quisiera decirle que está guapo, pero la conciencia me detiene. Eso sí que no lo aceptaría Liam y lo entiendo completamente.

—Gracias. ¡Te has lucido mucho en preparar todo! Se nota que la fiesta está siendo exitosa. ¡Y felicitaciones por el estreno! Estoy muy contenta por ti, de verdad —nos vamos distanciando y en el transcurso me da palmaditas en la espalda.

—Muchas gracias, Bri —responde con una sonrisa de oreja a oreja. Hay algo que noto en Gastón, algo diferente a las veces que lo vi y algo distinto a lo que percibía en su tono de voz cuando hablábamos por llamada. No soy nadie que sepa analizar bien a la gente, pero Gastón me daba a entender que no se sentía bien, o que sí, pero que había algo en su mente que no lo dejaba del todo tranquilo. Supuse que era por Sofía y por cómo los medios lo estaban tachando de abusador. Pero ahora, está diferente a esos días, más alegre, más vivo.

Me gusta verlo así, tan entusiasmado por este proyecto que según sé, ha estado bastante bien en las taquillas y ha superado las expectativas.

Yo no pude salir ayer al cine. En la mañana tuve que ir a la universidad, prácticamente amanecida, porque no había logrado dormir casi nada, y ya para la media mañana se me hacía difícil mantener los ojos abiertos. Después de la universidad, salí con Stef a la biblioteca a estudiar como lo habíamos acordado en la semana y al llegar a la casa estaba realmente exhausta y solo quería meterme en la cama después de una rica comida.

Obviamente, eso no me detuvo de mandarle un mensaje a Gastón deseándole lo mejor de lo mejor. Al principio, antes de escribirle, lo llamé porque pensé que sería más lindo decírselo con mi propia voz, pero como no respondió porque estaba muy ocupado, opté por lo que me quedaba, o sea, enviarle un mensajito lleno de buenas vibras.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora