Capítulo cincuenta y seis

Comenzar desde el principio
                                    

—Bien —asiento y me termino de poner la remera. Tomo su teléfono y lo desbloqueo, al mismo tiempo en que ella sale de cuarto para irse al baño.

Entro en la bandeja de mensajes y un número bloqueado llama mi atención. Lo presiono para leerlo completo.

Número no disponible:

Ayer dudé, pero seguramente mañana no.

Intentaré hacer lo que pueda,

lograré lo que quiero

por más miedos que tenga,

y te prometo que no saldrás bien de esta.

Me arrebataste lo que más apreciaba.

Yo seré tu karma. D.M. 2:57 a.m.

Mi cabeza se llena de dudas.

El mensaje es de la madrugada, y Brisa a esa hora estaba despierta, y claramente lo vio. Así que, ¿por qué no me lo dijo? Creo que ya le quedó bastante claro que estos mensajes no son una simple broma, porque yo mismo salí lastimado por protegerla a ella el día en que entraron a mi casa. Esto es importante, para ella y para mí. Y es preocupante también. Brisa debería compartir estas cosas conmigo.

—Brisa —alzo la voz. Mi tono es serio, pero no le hablo mal, por más que esté molesto.

—¡Voy! —me avisa desde el baño, y me siento en la cama a esperarla.

«Yo seré tu karma.» No estoy realmente seguro de lo que significa, pero es evidente que esas palabras no son bien intencionadas. Van a dañarla, y ahora le sumo algo más a mi lista de preocupaciones. Desde hace días me temía que esto pasara, pero estaba un poco relajado porque Brisa no había recibido nada desde hace semanas. Ahora esto está muy presente en mi mente. Escucho que la puerta del baño se abre.

—¿Qué es esto? —le pregunto a Brisa cuando se mete en la habitación. Su paso se detiene y sus ojos van hacia la pantalla del celular, y luego se conectan con mi mirada—. Es de la madrugada. Y estabas despierta cuando te lo enviaron. Sé que lo viste. Así que, ¿por qué no me lo has dicho? Juguetea con sus dedos con nerviosismo. Yo la miro serio.

—No es un juego, ¿recuerdas? Estas son amenazas reales.

—Ya sé. Anoche te lo quería decir, pero lo vi cuando regresábamos a casa. Precisamente en ese momento no hablamos. Recién cruzamos palabras cuando nos metimos al depa.

—¿Y por qué no me lo dijiste al llegar aquí?

—Se me pasó, lo siento.

La miro con recelo.

—No te molestes —me pide a raíz de cómo la miro.

—No, sí me molesto, porque, como te dije, esto es importante y me gustaría que cuentes conmigo para enfrentar estas cosas. No es algo que se te pueda olvidar así nomás, y no estoy diciendo que quiero que te preocupes tanto que termines teniendo un pico de estrés. Pero me parece que al primero que debías hacerle un comentario sobre el mensaje es a mí.

—Si te hace sentir mejor, nadie lo sabe. Solo tú, ahora que lo has visto.

—Eso me hace sentir mejor —digo con sarcasmo.

—Gastón...

—No. ¿Tú confías en mí, Brisa?

Asiente de inmediato, se sienta a mi lado y me toma la mano.

—Gastón, no vayas por ahí. Sí confío en ti. Claro que lo hago. Solo se me pasó.

—No te tienes que volver a olvidar —No quiero sonar tan demandante con ella, pero necesito que entienda que esto es grave y que a ella le pudo pasar algo por no comentarlo. Gracias a Dios no ocurrió nada, pero con esos locos sueltos, quién sabe qué ocurrirá mañana.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora