Capítulo cincuenta y tres

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—No. Bueno... no sé.

—¿No sabes? —lo veo con recelo. ¿Qué clase de respuesta es esa?

—Sofía tiene riesgos en el embarazo —confiesa y, aunque me parezca algo importante y grave teniendo en cuenta que hablamos de la vida de un niño, sé que no es eso lo que quiere decirme exactamente. O sí, pero no es el punto que él quiere tocar.

—¡Ah!, ¿sí?

—Sí... Y quiere vivir conmigo, en mi casa...

Me quedo estupefacta ante lo que oigo. Eso no me lo esperaba. Me levanto de la cama.

—¿Qué?, ¿esto es broma?

—No —responde, tomándome de la mano para que me siente. Creo saber a dónde va esto y no me agrada ni un poco—. El doctor dijo que ella tiene que descansar, que no tiene que hacer mucho esfuerzo y ella no tiene a nadie aquí en la ciudad, nadie que la pueda cuidar y asistir durante estos períodos.

—Espera —me vuelvo a levantar de la cama con las chispas en los ojos—. Supongo que no estarás intentando decirme que esa mujer, o sea, tu exesposa y quien claramente desea atraparte con su telaraña, va a vivir en tu casa... ¿o sí?

Aparta la mirada de la mía. Su silencio me deja las cosas claras.

—¡Estás demente, Gastón!

—Sé que esto no está del todo bien teniendo en cuenta que estoy contigo, pero ella lleva un hijo mío... y su vida corre riesgo. No tiene a nadie que la cuide. Y no pienso dejar que se vaya a Nueva York.

—¡No hace falta que tú tengas que dejarla quedarse en tu casa! Sofía tiene un departamento, ¿no? Ayúdale con lo que necesite y contrátale a alguien que la cuide, que le cocine, que limpie la casa... no sé. Pero que ustedes dos vivan bajo el mismo techo no me parece. Y mírame, Gastón —le ordeno con toda la autoridad que puedo llegar a tener—, no me gusta esta idea. La repruebo.

—Ella no quiere que nadie la cuide. Y... ya le dije que sí...

¡¿Qué?!

—¿Ya le dijiste que sí? —chillo—. Antes de decir que sí, tenías que consultarme, que pedir mi opinión. Somos pareja, ¿sabes? Las cosas son de a dos, no de uno solo.

—Cuando acepté tú y yo habíamos terminado, Brisa —se pone de pie para mirarme y me toma de las manos. Quiero zafarme, pero él no me lo permite.

Estoy disgustada. Bueno, esa palabra se queda corta para describir el enojo que siento hacia Gastón y Sofía. No me gusta esa idea. Hay una parte de mí que me dice que estoy siendo algo egoísta, pero la otra parte me grita que Sofía está siendo caprichosa. ¿No quiere que nadie la cuide?, ¿qué se cree? Sé que lo hace porque quiere tener a Gastón en la palma de su mano. A mí no me va a engañar.

No sé si Gastón es tonto o qué... O sea, ellos dos no están más juntos y Gastón no la quiere. Ella es grande, y sí, sé que tiene riesgos en el embarazo, pero tendría que aceptar que alguien la cuide, total, Gastón le pasará dinero y se cerciorará de que las cosas vayan bien.

No me siento cómoda porque, como dije, sé las intenciones de Sofía, sé lo que quiere. Quiere a Gastón. No sé si está arrepentida de las malas pasadas que le dio a Gastón, pero sea lo que sea, no confío en ella y nunca lo voy a hacer. No me cae bien.

—Entonces... dile que no, que has cambiado de opinión. Puedes poner a alguien que la cuide —vuelvo a sugerir.

—Ella no quiere a nadie que la cuide —repite.

Entorno los ojos.

—Y ¿quién se cree ella que es para pedir cosas?

—Sabes cómo es Sofía.

—¡Sí, es una araña, eso es lo que es! —espeto, molesta.

—Brisa, yo no voy a hacer nada con ella. No me tocará y yo no la tocaré.

—¡Claro! Eso solo será hasta que Sofía te pida que le ajustes la ropa interior porque ella no puede hacerlo sola.

—Brisa... —exclama un poco molesto. ¿En serio se va a molestar? No fui yo quien armó todo este embrollo y tampoco soy quien no es capaz de decirle a Sofía que no.

—¿Sabes qué? ¡Haz lo que se te dé la gana! Vete con ella, tiéndele la cama, dale de comer en la boca...

—¡Basta! —me detiene cuando quiero irme a otra parte.

—¡No!, ponte en mi lugar, Gastón...

—No es fácil para mí tampoco, ¿sabes? ¡Me siento entre la espada y la pared!

—¡No pretendas que lo entienda!, ¡no pretendas que acepte!, ¡no pretendas que se me haga fácil o que haga como si nada estuviera pasando!

—Solo será por un tiempo hasta que ella salga de la zona de peligro. ¿No te ha quedado claro que solamente te quiero a ti?

—Esa mujer terminará insinuándosete todo el puto tiempo. La conoces más que yo, deberías saberlo ya —lo miro furiosa.

—Ya, pero eso no significa que le daré paso.

—Tú no le darás paso a sus jueguitos, pero sí le estarás dando paso a mi disminución de cordura.

—Esto también es difícil para mí —me vuelve a decir, pero debería dejar de hacerlo. Ya sé que es difícil para él, lo entiendo, pero él es quien debería entenderme a mí. Ya es demasiado con tener que soportar la simple idea de que va a tener un bebé con la harpía de su exmujer como para que ahora me venga a decir que va a ir a vivir con él.

—Quiero dormir, Gastón. —Busco ropa cómoda en mi armario—. Me has arruinado la noche. ¡Gracias por ello! Si quieres quedarte, quédate, pero te vas al sofá —le aclaro.

Salgo del cuarto y me voy hacia el baño para cambiarme.

—Brisa... —escucho que me detiene, pero no le respondo.

Cierro la puerta del baño de un portazo. ¡Sofía puede irse bien a la mierda!   

 ¡Sofía puede irse bien a la mierda!   

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Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora