Esta vez es diferente, lo único que deseo es flotar en medio de alucinógenos, drogarme y drogarme hasta morir como Daniel. Desfallecer disfrutando la mierda que me desgracio.

Mi llanto está cargado de profundo resentimiento, porque pese a que fueron pocos días, para mí es como si hubiese sido una eternidad. Los intestinos se me contraen y termino vomitando baba con tintes de sangre y ahí queda la poca fuerza que me queda, la humillación llega a tal grado que las rodillas se me doblan y caigo sobre mi propio vomito, asqueada mareada y temblorosa.

Para el que ya fue dependiente, el HACOC no es droga, es el veneno mortal que llega a matarte poco a poco ya que a la primera no pudo. No es un alucinógeno común y su periodo de abstinencia tampoco. Esta mierda te acaba como una enfermedad terminal.

Poco a poco voy tomando fuerza para levantarme, me termino de bañar, me lavo la boca, me envuelvo en un albornoz y salgo encontrándome con Christopher recostado al lado del umbral con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Todo bien? —pregunta serio.

—Lárgate y déjame sola —paso de largo acostándome en la cama. Me jode el que vean mi aspecto asqueroso.

— Partiremos en veinte minutos —avisa.

—Fuera —ni me inmuto en mirarlo.

—Vístete —arroja una mochila en la cama —. Carezco de paciencia así que obviemos la pataleta...

—¡Vete a joder a la perra que siempre andas reluciendo! —le grito— ¡O a la madre que siempre atropellas, a mi déjame en paz que no me interesa ni tu lastima, ni tu ayuda!

Abre la maleta sacando no sé qué.

—¡Aparte de pendejo sordo! —pateo todo y me quita las sábanas con brusquedad, con un jalón me lleva al borde de la cama poniéndome de pie y abriéndome la bata a la fuerza dejándome desnuda. En mi estado no es mucho lo que puedo forcejear y por más que intento apartarlo terminó estrujada cuando me coloca las bragas, el vaquero y la playera.

Me mete la cabeza en una sudadera que me queda enorme. Lo empujo con una patada cuando intenta ponerme los zapatos y me retuerce el tobillo poniéndome a chillar, amarra las zapatillas con fuerza antes de levantarse mientras yo me retuerzo de dolor en la cama.

—Péinate que pareces una loca —espeta recogiendo lo que tiré.

—¡Loca tu madre hijo de puta! —vuelvo a meterme en las sabanas con todo y zapatos.

¡No soporto esto! Esta tristeza cargada de dolor y resentimiento, la depresión de mierda que me hunde y me hunde recordándome que soy una pila de estiércol.

Vuelve a ponerme de pie, descargo la ira arrancando el diamante que me cuelga. Se lo estrello en los pies y lo único que hace es tomar una bocanada de aire.

—¡A otra con tu lastima, asesino! —rompo a llorar— ¡No me mires, no me toques, solo vuelve a tu vida perfecta y deja que me revuelque en mi mierda sin nadie que me joda!

Toque fondo, me deje hundir y este es el resultado. Prepara todo mientras yo me aíslo en la cama ocultando mi cara entre las rodillas. El apaga las luces se engancha el equipaje y me baja a la fuerza llevándome con él.

Forcejeo, pero de nada me sirve, el sol matutino recae sobre mi cara mientras cierra la puerta y vuelve arrastrarme con él a través de la pista desolada la cual tiene una clara advertencia que hasta este punto se puede volar.

Un hombre moreno nos espera al lado de una camioneta Dodge Ram de vidrios polarizados, se apresura ayudar con el equipaje mientras Christopher me mete en el vehículo a las malas ¡Es un puto animal!

LUJURIA  - (Ya en librerías)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin