Cap. 11

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—Stiles y Scott me necesitan. Quédate en el auto o ven, como sea, solo no te metas en problemas.

—Pides un milagro, no un favor—, respondió con su vista aún fija en sus manos, y una pequeña sonrisa burlona.

Todo el trayecto hasta donde fuera que estuvieran se la había pasado pensando, mirando el celular en sus manos. Pensando en si llamar a su madre o no. Y realmente, si la llamaba, qué le diría.

¿"Hola, soy tu hija a la que tuviste toda la vida engañada. ¿Cómo es la vida sin mi? Seguramente ya andas engañando a alguien más"? No, es ridículo, maldita sea. Pensaba.

No sabía cuánto había pasado desde que Derek había abandonado el auto, solo estaba segura de que eran más que unos cuantos minutos.

Agradecía mentalmente a aquel ojiverde por darle su espacio y no insistir o excederse, en cuanto a la nueva noticia que había dejado a la pecosa fuera de sí. Lo agradecía porque sabía que si le hacían una pregunta, ni siquiera sabría cómo hablar para responder.

Decidió bajar del auto, finalmente, siguiendo el mismo camino que el ojiverde.

Nada más ingresar al lugar el fuerte grito de dolor de Erica llegó a sus oídos. Seguido de un olor particularmente fuerte que no pudo distinguir.

Se sentó lejos de los chicos, pues parecían inmersos en la conversación y ella estaba inmersa en sus pensamientos. Los cuales aún no lograba procesar. No se hacía a la idea de ser del mundo sobrenatural, mucho menos el que la mujer que la había criado le hubiese mentido tan descaradamente y con algo de aquella magnitud.

Y, llamando la atención de los muchachos su teléfono sonó. Una llamada. Miró la pantalla que se iluminaba con el nombre de su madre.

—Fantástico. Invoqué a satanás—, su voz salió cargada de veneno.

Si bien no lograba asimilar toda la información, tenía algo muy claro: estaba molesta. Demasiado.

—¿Qué?—, escupió con todo el odio que pudo imprimir en una sola palabra.

Hija. ¿Cómo has estado?

—Oh. Madre. Verás... todo de maravilla, lastimosamente me llamaste.

Los hombres la miraban atentos, olvidando la conversación que habían entablado. Incrédulos, tal vez, o tal vez solo impresionados al conocer un poco de la relación tan... peculiar que compartía la pecosa con su madre.

¿Has tomado tus pastillas?

—Curiosamente. Casualidad, destino, milagro, iluminación divina, llámalo como quieras. Te doy el beneficio de la duda. Hace...—, miró el reloj en su muñeca calculando el tiempo con exactitud—. Una hora con treinta y siete minutos, y doce segundos, me enteré de que no moriré si dejo las pastillas.

Hija... hablemos de esto... no hay necesidad de enojarse...-

—¡¿Que no hay necesidad de enojarse?! No. No estoy enojada. Estoy furiosa. Con un demonio. ¿Había necesidad de mentirme toda la vida? Dime, ¿no era más sencillo enseñarme de control? En lugar de encerrarme en mi habitación días enteros. En lugar de golpearme.

En este punto se hallaba a sí misma gritando. Cerró su puño con fuerza, apretando este, en un intento casi desesperado por mantener sus emociones desbordantes a raya. O, bueno, lejos de cometer algún homicidio.

Podemos hablar. Dime cuándo estás libre, iré a Beacon Hills.

—¿Vendrás?—, el tono burlón fue casi detestable incluso para los muchachos que la observaban, y la carcajada que le siguió a este fue aún peor. Los muchachos no despegaban sus ojos de la escena—. Para ti no tengo tiempo. Nunca. Así como tu no lo tuviste para mostrarme la verdad y enseñarme para no ser lo que soy. ¿O me equivoco? Dime, madre, si me equivoco. O tengo razón cuando te cito: "No sé en qué me equivoqué, oficial. Está fuera de control. En algún momento se salió de mis manos y ya... la desconozco como mi hija"—, su imitación fue burlona con el claro objetivo de herir a la mujer del otro lado de la línea.

Bad News || Derek Hale [Teen Wolf] (1)Where stories live. Discover now