Nos detenemos a desayunar en Tammy's antes de aventurarnos al comando.

—Tengo todo planeado para nuestro próximo viaje por Irlanda —comenta Meredith tratando de romper el silencio— Estuve pensando en lo que me comentaste meses atrás, ¿Lo recuerdas? Las vacaciones anuales de tus padres.

Recuesta la cabeza en mi hombro mientras leo noticias en mi móvil.

—Sería buena idea invitarlos y pedir un permiso especial para Sabrina —nos traen lo ordenado— A lo mejor el aire de las montañas le sienta bien, a ti también te hace falta un viaje.

Asiento.

—¿Eso es un sí? —pregunta sonriente— ¿Los puedo invitar?

—Si, pero en plan de amigos, ¿Vale? No quiero ideas equivocadas ni...

—Que Rachel confirme que tenemos algo.

Se aparta y prefiero concentrarme en el plato.

— Bratt, tiene novio...

—Tengo entendido que terminó con Stefan.

—¿Y? No pensaras...

—Come y baja la voz —le señalo el plato.

—¿Sabes porque termino con Stefan? —empieza— Dejo al chef por el mismo motivo que te dejo a ti.

Se me empieza a cerrar la garganta.

—¡Volvió a revolcarse con Christopher!

La palabra final es taladro en mis oídos.

—¿Cómo dices? —quiero creer que estoy tan jodido que solo oí mal.

—Como lo oyes, Liz le daño el auto por eso. No estabas presente en la reunión, pero lo dijo y se sostiene en que es una zorra y la misma Gema se lo reconoció al ministro.

Más peso y más carga a estas putas preocupaciones que van de mal en peor y van a terminar enloqueciéndome.

Dejo el pago en la mesa y me levanto en busca de mi auto.

—Pero no he terminado de desayunar —se queja Meredith mientras me sigue.

Christopher es... Es un maldito que no puede tener los malditos dientes quietos y Rachel es otra estúpida mentirosa que se deja lavar la cabeza de ese mal nacido.

—Pero ¿cuál es la ira? —Meredith estrella la puerta del auto— Es algo que se veía venir.

—Calla, por favor.

—No me digas que sigues aferrado después de tantas cosas, ella no vale que arruines tu vida.

—No es arruinarla —estrello los puños en el volante— Es que... Ese hijo de las mil putas no se cansa de joder y vive entrometiéndose con lo que no es de él.

—Tampoco es tuya.

Sacudo la cabeza.

—Créeme que tengo mucho más derechos que él, así que guarda silencio porque, aunque te lo explique un trillón de veces jamás lo entenderías.

Me pongo en marcha con la cabeza ardiendo de ira.

Mientras mi hermana se pudre en un manicomio estos dos vuelven a lo mismo de antes y lo que más me molesta es que el coronel se pasa a todo el mundo por el culo y Rachel anda de tonta convirtiendose en otra copia barata de él.

Lo dije una vez y lo reitero, quiero que sea libre y feliz, pero si esa felicidad es al lado de ese infeliz prefiero cortarle las alas y mandarla a la Patagonia.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum