—No puedo recibirte, así que evita ganarte una sanción por una tontería.

—Soy una osada al contradecirlo —se posa en la mitad de la sala— Pero no puedo esperar a que vuelva de Rusia.

—Estamos en cosas importantes —se mete Liz.

—¡Calla que nadie te pidió hablar! —alega Luisa.

—Es el operativo de búsqueda de mi madre —habla Gema con un hilo de voz— Ten, aunque sea un poco de respeto.

—Tendré el mismo respeto que tuvieron ustedes a la hora de meterse con Rachel...

—¡El ministro dijo que está ocupado! —replica Liz y alzo la mano para que se calle.

—¿Qué dijiste? —le pregunto a Luisa.

—Lo que oyó.

—Tienes dos minutos —le advierte Alex exasperado— Para decir lo que tengas que decir e irte de mi oficina.

Asiente.

—Me gustaría que la charla fuera a solas.

Alex sacude la cabeza.

—Habla ya o te esperas a que vuelva.

Se endereza dejando una USB sobre el escritorio.

—Vengo a denunciar los actos vandálicos de la sargento Liz Molina hacia la teniente Rachel James.

—Ay por Dios no sabía que estábamos en el colegio —se levanta Liz— Niña, aquí no se anda acusando con el director.

—¡Se más clara! —exijo.

—Exponla —sigue Liz— Que los caballeros sepan porque hice lo que hice.

—Ya lo saben así que me da igual —Luisa sigue con la mirada fija en Alex— La amiga de su nuera, destrozó el auto de mi amiga e invadió su privacidad quemando, rompiendo y dañando sus pertenencias.

El colera me estalla en las venas.

—¡¿Qué hiciste qué?! —Simón alcanza a tomarme para que no me le vaya encima.

—Si no me creen ahí esta la prueba —señala la USB que el ministro esta conectando en su laptop.

No entiendo de donde putas me gane el imán que atrae las locas. Alex se concentra en la pantalla y no doy pie para decir nada solo siento que la rabia me consume por dentro y debo apretar los puños con el suceso de la navaja.

«Suerte» Liz tuvo suerte porque si la hubiese tocado con la hoja estuviera tres metros bajo tierra.

—Puedo explicarlo —dice Gema con voz temblorosa— Ella... Se está acostando con Christopher y lo que hicimos es poco comparado con lo que se merece.

Alex la aniquila con la mirada y sé que no tengo que decir nada ya que el ministro es mejor destructor que yo.

—La culpa no es solo de estas dos taradas —Luisa me mira— También es suya, coronel.

—Cariño —interviene Simón— Mejor vámonos a casa...

—¡No! —se le quiebra la voz— Estoy cansada de que por su culpa —me señala— Rachel viva de problema en problema.

—¡No me interesan tus regaños!

—¡Pues tendrá que escucharlos! —se acerca a encararme— Por su inmadurez esta como esta, porque no tienes los cojones de reconocer que la ama y vive perdiendo el tiempo con toda la ridícula que se le atraviesa.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Where stories live. Discover now