—Era el único que sabía de su llegada —digo— Y en el tiroteo del juicio no dudo en lanzarse a salvarla.

—Días antes de que llegaran —añade Paul—Se hizo una reunión donde se habló del; "reintegro de una teniente" El ministro no pregunto quién la quería la asignó directamente a la tropa de Parker.

—No le busquemos la quinta pata al gato —concluye Lucas— El capitán Parker metió su verga alemana en la vagina de Rachel, se tenía que decir y se dijo.

Tiene sentido, Parker no es una mala persona, él y el capitán Lewis están en el mismo rango y tienen el mismo nivel.

Fijo lo ojos en el segundo piso, siguen con la charla y están apoyados en las barras de metal.

—Es él —llega Tatiana— Así que deja de mirarlos o sabrán que estás celoso.

Hala mi plato y se lleva los huevos a la boca.

—Sin pruebas, no se participa en la charla —bromea Lucas.

—Parker es pintor y tiene una obra llamada "Celeste" —le hecha mermelada al pan— Es Rachel en un lienzo gigante.

—¿Donde la viste?

—Fui a la exposición de arte que organizó la semana pasada.

—Ánimo —Paul me palmea el hombro— Está contigo ahora.

—See —trato de no verme tan decepcionado— No importa con quien este, siempre y cuando se sienta cómoda y feliz.

—Deja esa cara y levántate —propone Tatiana— Paul y yo te tenemos una sorpresa.

—Tengo cosas que hacer.

—Será un segundo —me toma del brazo— Lucas, tápale los ojos.

Me levantan y me colocan una pañoleta.

—No es mi cumpleaños —me dejo guiar.

—Es un regalo adelantado.

Atravesamos el jardín y bajamos un par de escaleras.

—Los matos si dejan que me vaya de bruces.

—Confía —dice Paul.

Se detienen, froto los pies en el suelo y percibo el asfalto. Estamos en el estacionamiento.

—¡Sorpresa! —me quitan la venda.

—¡La hostia! —exclamo.

—No sé si reír o llorar —comenta Lucas.

—Obviamente que reír —le palmeo el cuello.

Me acerco y paso las manos por el capón de mi Volkswagen, esta tal cual lo deje.

—Anoche lo fuimos a recoger al puerto —comenta Tatiana— Así como el llanero solitario no es nadie sin su caballo, Stephan Gelcem no es nadie si su horrible auto.

—Gracias —la alzo en el aire y le doy dos besos en la mejilla.

Paul se acerca abrazarme.

—Sé que a nadie le importa mi opinión, pero es más económico comprar un auto nuevo que traer esta chatarra de París.

—No cagues la sorpresa —le desordeno el cabello— Los autos nuevos no tienen valor sentimental.

—Dile eso al McLaren del coronel, vale más que la vida de todos.

—Todo tuyo —Paul me entrega la llave— Ya tiene puesto en el estacionamiento, es el 114.

—Gracias.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Where stories live. Discover now