Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Qué? —pregunté desconcertada.

—Me estoy imaginando la escenita.

—Manu, ponte serio —muerta de risa golpeé su hombro con mi puño—, lleva lentes de contacto, estúpido —agregué sin dejar de reír.

—¿Y cuánto tienen sexo los usa?

—¿Los lentes?

—Sí, tonta.

—¿Por qué preguntas esas cosas?

—Santi es medio ciego, seguro alguna vez lo ha intentado meter por el agujero equivocado.

Estallé en risas, captando la atención de una pareja que teníamos muy cerca, sostuve mi estómago sin dejar de reír, viendo a Manuel que tuvo que inclinarse por la carcajada.

—Eres tan idiota.

—Niégamelo, Valentina —dijo hipeando de risa.

—Lo niego, lo hacemos con la luz encendida.

Solo Sandra pudo hacer que nos controláramos un poco, se acercó sosteniendo dos tragos, sonriente y bailando como si minutos atrás no hubiese tenido una pelea con su padre.

—¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo! —gritaba alentándome.

Tomé de golpe el contenido del vaso que me ofreció. La sensación de ardor en la garganta me provocó un breve ataque de tos, ella se tomó el otro trago como si se tratase de agua, para luego alejarse de nuevo rumbo a la barra.

—Al menos te hice reír un poco ¿no? —dijo Manu en tono de broma al quedarnos solos.

—Mucho en realidad —admití pensativa.

—¿Cuándo te vas a su departamento?

—Cuando termine mi contrato en el mío, y Sandra se vaya la universidad, en un par de meses.

—Pero quita esa cara, si dijiste que sí fue por algo. Lo sentiste, Valentina, y dejarse guiar por eso es lo mejor. Santiago está medio chiflado con algunas cosas, pero es un buen partido.

—Lo es —reconocí girando para verlo, estaba a unos metros de nosotros sentado con su hermano, conversando con mucha concentración—. ¿Sabes que lava mi ropa cuando estoy en su departamento? Y no solo eso, me ayudó a organizar mi clóset, y prepara el desayuno, aunque no le quede tan bien. Y es guapo, Manu, guapísimo, y desnudo... No lo imaginas, es... mira cómo se eriza la piel —confesé, mostrándole mi brazo—. No ronca, me abraza cuando estoy dormida, es un amargado con el resto del mundo, pero yo siempre le saco sonrisas, todo con él es tan bueno que tengo miedo.

—¿Tienes miedo de no merecerlo y por eso esperas que pase algo malo? Típico pensamiento de persona negativa, que no sabe lo que vale. Valentina, eres linda, una de las mujeres más bonitas que conozco, eres fuerte, leal, divertida, lista, has demostrado hasta ser tenaz. Te mereces un sujeto guapo, que sepa coger, cocinar, abrazar, que te quiera, te mereces lo mejor, no te asustes porque algo te parezca muy bueno, disfrútalo, si no es él indicado al menos lo gozaste.

No sabía que necesitaba escuchar esas palabras para tranquilizarme hasta que las dijo mi amigo. Lo abracé en la emoción del momento sintiéndome afortunada por tener a alguien como él en mi vida.

—Te quiero.

—Yo también.

—Se siente raro que alguien te responda esa frase.

Nos reímos juntos de mi chiste cruel, hasta que llegó Sandra de nuevo con un tipo al lado que no había visto, me dio otro trago que me hizo tomar de golpe, luego tomó mi mano y me llevó a la pista moviendo las caderas con ritmo. Sin dejar de bailar con la dramática Sandy, miré de reojo a Sebastián y a Santiago, tenían casi media hora hablando, desde que llegamos al sitio mi novio buscó a su hermano para tener una charla que decía que era necesaria.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora