Paranoia [Teen Wolf]

73. Coup de foudre

—¿Te encuentras bien? —me preguntó con una sonrisa en su rostro. Allison es notablemente una luz que brilla por sí misma. Asentí a su pregunta.

—Yo debería preguntarte si estás bien... —comenté con una tímida sonrisa—. Te he hecho caer.

—Fue un accidente. —las dos nos levantamos—. ¿Sabes algo de Scott? Creo que me está ignorando.

—¿Ignorándote? —pregunté con sorpresa fingida—. Imposible, está loco por ti. Es decir, quién no. Eres bella, inteligente, amable... Quién no esté interesado en ti es un idiota. —no quería que se sintiera mal por Scott, quien por miedo a su nueva naturaleza de lobo, ignoraba a Allison; pero creo que hablé de más. Cuando me pongo nerviosa, hablo y hablo.

Ella sonrió — ¿Es tu manera indirecta de decirme que te gusto? —bromeó con una sonrisa—. Derek se pondrá celoso.

Ambas reímos.

***

—Gracias por acompañarme. Necesitaba a mis amigas. —agregó susurrando. Alargué mi mano y toqué la suya con suavidad. Ella me dio una suave sonrisa.

—Sabes que me puedes hablar de lo que sea, Alli. —le respondí.

—Eres la mejor, Sarah.

***

—Vamos, Sari. Quédate a dormir. Es tarde y papá... —Allison observó a su papá, que estaba en el marco de la puerta. Justo había llegado y vino a saludar a su hija, él no sabía que yo estaba aquí.

El señor Argent suspiró — Será un honor tenerte con nosotros, Sarah.

Miré a Allison, estaba entusiasmada porque me quedara a dormir — ¿Estás segura? —ella asintió.

Luego de eso, llamé a papá y le avisé que me quedaría en lo de Allison. Comimos los tres, el señor Argent haciéndome preguntas del colegio y de cosas en general. A veces sentía que me estaba interrogando. Ahí saltaba Allison a cambiar de tema o a sonreírme pidiéndome disculpas. Después de ayudar a guardar las cosas que se usaron en la cena, Allison y yo fuimos a su cuarto.

Vimos una película de terror en su computadora. Las dos debajo de las sábanas, con las rodillas contra nuestro pecho, pegadas una a la otra. En un momento las dos saltamos del susto, reímos cuando su padre pidió que no volviéramos a gritar (había entrado a la habitación con una pistola en alto). Decidimos dejar la película para otro momento. Nos quedamos hablando, con la luz de su lámpara apenas dando.