32. Dieciséis horas

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32. Dieciséis horas

No sabía qué rayos estaba haciendo hasta que fue muy tarde. Salí de la bañera tomando una bocanada de aire. Sentía escalofríos por el agua y el hielo.

Arruiné el plan. Arruiné todo. Pensé.

Pero mis pensamientos se detuvieron cuando me di cuenta que donde había despertado no era la clínica animal. Sino un paisaje muy conocido para mí. El prado de mis sueños. El alto pasto era de color amarillo y verde, no grisáceo como la última vez que lo vi. Antes de que mataran a Heather.

Miré confundida el lugar. Lentamente salí de la bañera, insegura de si era o no lo correcto. Mi camisón gris parecía más negro y se pegaba a mí. Había viento en el prado, lo cual me hacía tiritar un poco. Una vez afuera de la bañera, giré en círculos para buscar al Nemeton. Ahora que sabía que el árbol ese existía, el encontrarlo en este escenario no sería difícil.

Pero al parecer el universo se pone en mi contra. Porque no podía encontrar al gran árbol. El pasto me llegaba hasta la rodilla y el viento hacía que me raspara. Me puse de puntitas de pie para ver con más claridad. Pero no veía nada.

—¿Cómo se supone que le encontraré? —me pregunté a mí misma. No había nada allí, salvo el extenso prado y el atardecer en el cielo. Ni siquiera estaban las otras bañeras pertenecientes a mis amigos y mi hermano.

—Cierra tus ojos. —me giré hacia la voz. No debería sorprenderme que la mujer morena de mis sueños esté en el mismo prado. Me quedé mirándole. Su piel relucía con la luz del atardecer. Su cabello parecía más enrulado cuando el viento le tocaba. Sus ropas eran las de siempre. Un top violeta y su pollera larga del mismo color pero en distintos tonos.

—Creo que ya es tiempo que me digas quién eres. —le recriminé. No quería sonar enojada, pero lo estaba. Un poco. Digo, esta mujer nunca me dijo su nombre. Lo único que sé de ella es que en alguna manera está relacionada con Deaton y que ella "está en mi memoria." Lo que sea que signifique eso.

—Sarah, no hay tiempo que perder. Sé que quieres respuestas, y te las daré. Después de que detengas al darach —sus ojos oscuros me miraron fijo. No parecía asustada, pero sí alterada. Sentí que su mirada me prometía tal cosa, como si supiera que no podía evitar que yo demandara respuestas—. No podré acompañarte hasta el Nemeton. Pero sabrás qué hacer al verle.

Le miré fijamente. Esta mujer sigue siendo un misterio para mí.

Suspiré. Tenía que darle la razón en una cosa: no puedo ahora ponerme a pedir respuestas. Mientras más tarde aquí, probablemente más tardaré en la vida real y menos tiempo tendrán papá y los otros dos padres. No tengo tiempo que perder. Asentí hacia la mujer.

—¿Qué tengo que hacer? —le pregunté. La mujer dio indicio de una sonrisa.

—Cierra tus ojos y sigue la intensidad. Eso te llevará a él. —respondió. Le miré extrañada, pero no me puse a discutir. Supongo que mi conexión con ese árbol se presentará sola, como lo ha hecho todo este tiempo.

Volví a suspirar. Cerré los ojos. Me quedé parada en el lugar. Me concentré pensando en la intensidad de la que hablaba la mujer. Sentí el viento pegando contra mi fría piel, el pasto raspándome levemente las desnudas piernas. Me concentré en el silencio del lugar, en la paz que irradiaba.

Di lentamente vueltas a mi alrededor. Pensando en cuál sería el camino más intenso. El que debía seguir.

Me detuve cuando sentí una calidez sobre mi pecho. Como si el Nemeton fuera una estufa potente. Respiré con calma. Y me puse a caminar hacia ahí. Ignoré las raspaduras que el pasto me daba y los pequeños pinches de tierra que daban contra la planta de mi piel. Continué esa ráfaga de calidez hasta que en un momento se detuvo.

Paranoia [Teen Wolf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora