XXI

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¿Era tan difícil comprender?

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¿Era tan difícil comprender?

Entender que yo no sentía lo mismo, que lo único que quería era volver a la casa Collins.

Su cabeza sangraba y mis manos temblaban, solté la piedra de inmediato y retrocedí. ¿A qué punto había llegado?

Me levante de inmediato. El sonido de los caballos detenerse me asustó. Corrí sin detenerme, había lastimado a una persona, incluso pude haberla matado ¿en qué me había convertido?

¿Que era ahora?

El dolor y la tristeza recorrían cada zona de mi cuerpo, el frío no era solo en mi cuerpo sino también en mi corazón.

La lluvia se había detenido, había dejado de correr como una fugitiva y camine en silencio.

Lo único que lograba escuchar era el sonido de mis pies pisar las ramas que caían de los árboles.

Me detuve al ver luces más adelante, lo que menos quería era estar cerca de las personas.

La vergüenza era mi nombre. Como lograría presentarme de nuevo en un lugar...

Mis prendas rotas, mis manos manchadas de sangre que no era mía y con la culpa comiéndome desde lo más profundo.

Quería regresar hacia donde había dejado su cuerpo.

— ¡JADE!— volví a escuchar mi corazón latir. Él estaba aquí...

No, no quería que me viera.

Mire luces provenir de atrás.

Camine más rápido haciendo el menor ruido posible.

Odio escuchar los latidos de mi corazón pidiéndome que huyera, que lo dejara respirar, que me detuviera.

Pero mis pies respondían por si solos.

Me detuve al ver el castillo, había corrido tanto.

Me detuve y recosté mi espalda en un árbol.

Recargue mi cabeza en el tronco del árbol y cerré los ojos, no soportaba el frió. Sin darme cuenta el sueño me invadió y caí dormida.

****

Tener miedo, era un sentimiento y una reacción que me prohibía tener, el miedo no me ayudaba, solo me acobarda.

Podía escuchar los murmullos y el sonido de los zapatos tronar con la alfombra, el sol emanaba toda la habitación y golpeaba mi rostro haciéndome despertar. 

— su alteza...—escuchar llamar a una de las criadas.

—dime.

— su majestad el príncipe William ha solicitado su presencia en el salón de la corte

— estoy segura de que pueden lidiar los problemas sin mí, diles que en estos momentos no puedo estar presente, que lamento mi ausencia.

—claro, su alteza—dijo y escuche la puerta cerrarse.

La Institutriz de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora