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10 de mayo de 1840 Ploiesti

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10 de mayo de 1840 Ploiesti

Escuche a Arthur leer, el pequeño que está a mi cuidado. Un niño tan bello como su difunta madre, tan inteligente como su hermana y tan valiente como su padre.

—¿No tenemos todo un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres? — leyó perfectamente, su sonrisa abarco su rostro cuando observo mi rostro lleno de aprobación, él había leído sin cometer ningún error en la pronunciación y respetando los signos.

La perfección era algo que los Wodlow-apellido que Arthur portaba-intentaban mantener siempre al pie de la letra, cada integrante de la familia era tan encantador, pulcro e inteligente.

Arthur dejo el libro sobre el escritorio y me vio.

— Lo he hecho bien señorita Jade—dijo, a lo que asentí con la cabeza—tengo hambre ¿podría comer algo antes de seguir? —preguntó casi en susurro, con miedo de que me negara a su petición.

— claro que sí, iré por algo de comer para ti. — respondí levantándome.

— gracias, señorita Jade—dijo con una sonrisa mientras empezaba a guardar su biblia y pluma.

Le di un asentimiento con la cabeza y sonreí saliendo de la biblioteca, cerré las puertas detrás de mí y observé por los pasillos para luego continuar con mi camino en dirección a la cocina.

Baje el enorme laberinto de escaleras hasta llegar a la cocina, las criadas alistaban todo para una cena que tendrá la familia Wodlow, debido a eso no prestaron atención a mi presencia, a excepción de mi madre.

—Jade... —gire al escuchar a mi madre— ¿Qué haces aquí? Deberías estar con el niño Arthur. —dijo mi madre quien había entrado y detenido a la mitad de la cocina con una enorme fila de platos cargando en las manos.

— Déjame ayudarte madre... — dije acercándome a ella para ayudarla a cargar los platos — el niño Arthur ha terminado, quiere comer su postre favorito y yo lo complaceré. —le conté mientras llevaba los platos a la mesa

— Le preparare algo para que se lo lleves. — dijo feliz, ella amaba a Arthur, lo consideraba como un hijo, es más, consideraba a la familia Wodlow como suya, y es que eran tan buenos que incluso ellos trataban a mi madre con un cariño especial

Mientras ella preparaba el postre yo ordenaba cada plato en su respectivo lugar, para que hubiera orden y limpieza, tal como al señor Wodlow le gustaba.

Cuando mi madre termino de preparar algo par el niño Arthur lo coloco en una bandeja, listo para que yo me lo llevara.

— Llévalo —dijo alentándome a irme.

— Gracias madre—dije tomando la bandeja y retirándome de la cocina, observé la bandeja llena de comida había fruta picada en cuadros y al lado una taza pequeña, miel.

La Institutriz de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora