III

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Tarareaba una melodía mientras cuidaba de los hermosos rosales blancos

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Tarareaba una melodía mientras cuidaba de los hermosos rosales blancos.

La señorita Chanel, la difunta esposa del señor Owen, fue una mujer elegante por naturaleza y una amante de las flores. Una mujer carismática que amaba plantar rosas blancas, no era lo más común, o por lo menos no para mí.

Yo amo las rosas rojas, aquellas hermosas y atrayentes a la mirada de cualquiera.

Una rosa blanca significa paz, tranquilidad, amabilidad y un símbolo de inocencia, un alma pura. Por el contrario, una rosa roja puede representar el amor de dos personas, el respeto hacia otra, la lujuria y la excitación romántica del amor.

Un color puede transmitir muchas cosas.

— Jade...— mis ojos se ampliaron al escuchar una dulce voz detrás de mí.

— Lizzy...— dije soltando las tijeras y girándome para verla, al estar segura de que era ella corrí a abrazarla.

Eliza Wodlow, mejor conocida como Lizzy, ella es hija del señor Owen, una joven de quince años de edad, cabello rubio y ojos celestes, simplemente una chica hermosa.

— Oh por dios... Regresaste...— susurré mientras la abrazaba.

Ella se separó de mí y asintió con la cabeza repetidas veces.

— Si, me quedare un mes en casa, regresaré a Italia con mi tía en un mes, quiero pasar tiempo con mi padre y mi hermano. —dijo contenta.

— Me alegra que hayas tomado esa decisión, mi madre estará feliz de verte.

Ella río y tomo mi mano llevándome a la cocina en donde mi madre se encontraba cocinando.

— Señora Verónica— llamo Lizzy al ver a mi madre.

Ella al ser de un nivel social más alto no tiene que tratarnos de señora o señorita, al igual que su familia, sin embargo, ellos lo hacen.

— Mi niña...— mi madre se acercó a ella para abrazarla mientras lloraba de felicidad.

Una sensación de celos me invadió al ver a mi madre tratarla con tanto afecto, afecto que yo no he recibido.

— Hola nani...— nani era la manera en la que la joven Lizzy llamaba a mi madre al ser ella quien la cuidara desde pequeña.

— regresaste, dime que te quedaras...— pidió mi madre.

— un mes, me quedaré un mes.

Mi madre tomó entre sus manos el rostro de Lizzy y beso la cima de su cabeza.

— Te prepararé tu comida favorita, mi niña...

— Gracias Nani...

— Jade, sigue haciendo tu trabajo — dijo mi madre, asentí despidiéndome de ellas y haciendo una reverencia ante Lizzy

La Institutriz de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora