II

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La melodía del piano era tan hermosa que me hacía cerrar los ojos y disfrutar del sonido que Arthur emitía al tocar el instrumento

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La melodía del piano era tan hermosa que me hacía cerrar los ojos y disfrutar del sonido que Arthur emitía al tocar el instrumento.

Cuando él finalizo me permití abrir los ojos y observarlo, como siempre él esperando atento a mi expresión llena de aprobación.

─ Maravilloso, llegaras a ser un gran pianista, Arthur, soy una admiradora de la música y créeme cuando te digo que esa melodía deleito mis oídos.

Sus labios se curvaron en una sonrisa al escucharme.

gracias señorita Jade, es usted una gran institutriz y esto lo sé gracias a usted... ─negué con la cabeza.

─ Eres consciente de que los instrumentos que tocas son gracias a señor Paulo, el es tu maestro ─ le recordé.

─ Lo tengo presente señorita Jade, pero debo decir que no hubiese querido tocar ningún instrumento de no ser porque me encanta verla disfrutar las melodías que toco.

─ ¡oh Arthur! ─ exclamé alegre─ pero que cosas tan hermosas dices─ le sonreí con ternura, el niño llenaba mi corazón de alegría.

─ Y todo es verdad señorita Jade, su alegría y opinión es lo que me importa...

Me levante del sillón en el que estaba y me acerque a Arthur.

─ Gracias por tanto cariño─ dije besando su frente.

Unos aplausos se escucharon en el salón de música haciéndome alejar de Arthur y observar a la persona parada en el pórtico de la puerta, quede helada al solo ver de quien se trataba.

─ señor Owen... ─dije sorprendida.

─ Maravillosa pieza musical, hijo ─ Arthur corrió a él y se lanzó a sus brazos.

─ Padre, que bien que hayas logrado escucharla ─ dijo Arthur.

─ bien hecho, hijo...─ dijo el señor Owen cargando a su hijo.

Mirar esa escena me hizo querer ser parte de ella, pero yo no tendría algo similar a eso.

El señor Owen bajo a Arthur de sus brazos y camino hacia mí.

─ lamento interrumpir, señorita Jade.

─ no se preocupe señor Owen, tiene todo el derecho de pasar tiempo con su hijo. ─ el señor Owen sonrió ante mi respuesta.

─ Y tú de pasar tiempo con tu madre, no olvides que hoy hay que visitar la parroquia.

Era cierto, tenía que acompañar a mi madre.

─ Gracias por recordarme señor, permiso ─ dije agradecida, agache mi cabeza y doble mis rodillas un poco haciendo una reverencia para después salir corriendo en busca de mi madre.

Tenía suerte si no se había ido sin mí. Al llegar a la habitación ella aún se encontraba colocándose el sombrero.

Tome mi sombrero y mi abrigo, ate las dos cintas abajo de mi barbilla y junto con mi madre salimos afuera.

La Institutriz de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora