Capítulo Diecinueve 🔞

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Con la mente completamente en blanco solo era capaz de sentir, no era la primera vez que tenía la cara de un tipo entre mis piernas, pero aquello era completamente diferente. Santiago pareciera leerme la mente, su lengua se deslizaba con suavidad, aumentaba el ritmo cuando era necesario, con sus labios ejercía presión en el punto exacto. Estaba a punto de llegar, podía percibirlo por el ritmo en el que comencé a contraerme, cada vez más rápido, por ello que se detuviera me tomó por sorpresa.

—No tienes idea de lo irresistible que te ves desde este ángulo.

—Ay, Dios —apenas murmuré, tan aturdida por todo lo que experimentaba que me sentí mareada. Antes de ese momento no imaginé que la voz de un hombre pudiera causarme tanto, los primeros indicios de un orgasmo me llevaron a cerrar los ojos y a gemir ante el calor de su boca.

—Me estoy grabando en la cabeza todos tus gemidos, preciosa. —aquel tonito bajo, perverso e íntimo, puso todos mis vellos en punto.

¡Me estaba matando! Santiago parecía encontrar satisfacción en mi deleite, y eso hacía de todo algo más intenso. Mis manos arrugaron de nuevo las sábanas en un acto reflejo a mí falta de control. Mientras continuaba percibiendo su lengua rozándome, apreté los labios para dejar de gemir. Las paredes de mi departamento eran delgadas y Manuel podría estar despierto. Santi pareció querer detenerse y entonces presioné las piernas atrapándolo entre estas, no podía soportar otro juego más, hice un esfuerzo para mantener las manos donde las tenía, pero el placer tomó control de mi cuerpo y mis impulsos actuaron por mí.

Pasé los dedos entre su pelo, tirando un poco de esto, guiando el ritmo en que boca me torturaba. La celeridad de los latidos de mi corazón sólo aumentaba, la tensión en mi vientre bajo llegó a su límite, me derretía por dentro consumiéndome en un placer indescriptible que me llevó a olvidar mi nombre, y en dónde estaba, gemí impúdicamente olvidando a mis vecinos y todo lo que me rodeaba. Tuve que cubrí mi rostro con ambas manos cuando sucumbí ante un orgasmo, para amortiguar el ruido que no podía controlar.

No, Valentina, déjame ver tu cara —pidió con la voz agitada, apartó mis manos para luego aprisionarlas con las suyas sobre el colchón—. Abre los ojos, mírame —ordenó.

Obedecí su pedido de inmediato pese a todo mi aturdimiento. Encontré su rostro a centímetros del mío, respirándome tan cerca que el aire que exhalaba me acariciaba la piel. Sus ojos se deslizaban por mi cuerpo, mientras sonreía complacido al verme aún sumergida en letargo post orgasmo, sus labios bañados de mi placer se ampliaron al hacer contacto visual conmigo.

—¿Puedo seguir? —preguntó, con su tono arrogante.

Incapaz de pronunciar alguna palabra sólo asentí, bajó la cara y llenó de besos mi cuello al mismo tiempo que sus manos me masajearon los pechos que se sentían pesados ante su tacto. Le acaricié los brazos con desespero, quería tocarlo más, necesitaba hacerlo, pero mi cuerpo aturdido con tanto placer no me obedecía.

El suave mordisco en uno de mis pezones llevó el placer a otra escala, su tacto dejó de ser delicado, parecía querer marcar mi piel con sus caricias. Apretó mis pechos con ambos manos a la vez que empujó de forma brusca hacia mí. Aquel movimiento me dejó sin aliento, quería sentirlo dentro, el roce no me bastaba.

—Santi, quiero...

Mis palabras quedaron a medias cuando deslizó gentilmente los dedos en mi entrepierna empapada. Me sujeté de sus hombros percibiendo su respiración descontrolada golpeándome el cuello. Un jadeo audible retumbó en toda la estancia, Santi estaba ardiendo.

—Debería detenerme, tengo una maldita competencia mañana, pero estás tan mojada, Valen. —su voz salió en un susurro sensual que hizo palpitar mi cuerpo entero.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Where stories live. Discover now