Capítulo Dieciocho

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No me detuve ni por medio segundo, seguí mi camino hacia mi oficina, dando pasos seguros, a pesar de sentirme incómoda con el vestido corto que llevaba puesto.

—Te estaba esperando —dijo Laura preocupada—. Alfredo quiere que le enviemos el detalle del presupuesto asignado a Mi príncipe verde.

—Se lo envié la semana pasada, lo que está haciendo es tratar de presionarme.

—Pidió que lo revisaras ¿No lo hiciste? Me senté en mi silla sintiendo que era incapaz de hacer algo bien.

—Revisarlo me va a llevar horas.

—Te voy a ayudar, no te desanimes —sonrió Laura, quería ser así de positiva pero no se me daba—. Valen, pero ya deja de lamentarte y pongamos manos a la obra.

Observé como hizo espacio en un lado de mi escritorio para poner su laptop, le envié el archivo por correo y en cuestión de minutos ambas estábamos revisando hasta el último detalle. Terminamos cuando yo no había nadie en todo el piso, me parecía necesario invitar a cenar a Laura, no solo era agradecimiento por todo lo que hacía por mí, quería conocerla un poco más, compartir con ella en otro ambiente que no fuera el laboral.

Aceptó de inmediato mostrándose animada por esa improvisada salida nocturna, juntas esperamos un taxi para que nos llevara a un restaurante italiano, que estaba cerca de la editorial, en un silencio que ella se atrevió a romper varios minutos después.

—Estoy segura que cuando Alfredo revise todo se va a dar cuenta que esta vez sí hiciste las cosas bien, te apegaste al presupuesto, incluso hiciste propuestas para disminuir los costos.

—Las hiciste tú —respondí pensativa.

—No, Valen, yo redacté tus ideas, todo lo que estaba en ese papel era lo que tu dijiste, con palabras más serias. Tienes que confiar más en ti, en serio hay talento en ti para todo esto que estás haciendo.

No era la primera vez que alguien me decía eso, pero esa noche me sentí confortada por las palabras de Laura. De vez en cuando todos necesitamos un empujón y a veces llega de quién menos se espera. La comida estaba deliciosa, la confianza fluía despacio entre las dos, me animé a hacerle preguntas más personales que respondió sin titubeos. En cambio, cuando llegó mi turno de responderle a ella, lo hice intentando guardarme muchos detalles.

Regresé a mi departamento casi a las nueve de la noche, dispuesta a descansar para comenzar el día siguiente con una mejor actitud, nunca conté con que mis vecinos iban a tener fiesta, y que dormir me iba a resultar muy difícil. La mañana siguiente comenzó siendo extraña, tenía una corazonada, una sensación persistente de haber olvidado algo que no entendía. Llegué a la editorial antes de las nueve de la mañana, eso era madrugar para mí, contenta, motivada y decidida a ocuparme por completo de todos mis pendientes, estaba tan de buen humor que incluso saludé a Anita.

—Ya estoy aquí —anuncié abriendo la puerta, Laura ya me esperaba en la oficina—, dormí poco, pero traigo toda la energía del mundo.

—Me parece genial porque debes enfrentarte a don Rodrigo.

—¿Qué? —pregunté preocupada.

—Valentina, todos piden Para Eva con amor, en cada publicación en cualquier red de la editorial, nos bombardean con preguntas, Rodrigo cree que estás cerrando el trato y...

—No tengo nada —interrumpí—. Y tampoco la posibilidad de convencer al autor.

—A mí me pareció tan encantador —dijo sonriendo, me puse de pie para caminar por el corto espacio, intentando pensar en algo que decirle a Rodrigo—. No sé, pero es tan guapo, parece sacado de un libro, de uno de esos donde el protagonista es rudo en la cama y sensible con su amada, es tan...

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora