—Valen, hija, te quedaste en la luna.

—Lo siento, mamá—me disculpé, de repente me sentía de buen humor—, estaba pensando en que usar, ya sabes.

—Puedes pedirle a Vanessa que te ayude. Ella siempre ha tenido un gusto exquisito, es elegante y...

—Si, Vanessa es perfecta, la llamaré no te preocupes. —Solté con ironía.

No acepté que me llevara a mi departamento en su auto como lo había ofrecido, me zafé gracias a una llamada oportunísima de Manu. Más temprano ese día le había enviado un mensaje, pidiéndole que me acompañase a ir de compras, no tenía nada que ponerme para la cena, fiesta o lo que sea que fuese.

Al principio se había negado rotundamente, eso de compras, vestidos y demás era algo que no iba con él, me lo repitió cinco veces, luego de diez audios explicándole que era la única persona con la que contaba para tal tarea, terminó aceptando.

Esperé afuera del restaurante hasta que llegó por mí, en su moto para variar, agradecí que condujera en velocidad moderada y sin rebasar a los autos como solía hacerlo.

—Siempre dejas todo para última hora —dijo malhumorado sin dejar de caminar a mi lado.

—Ya me dieron mi cuota de regaños hoy, ya no más. —Sonrió al ver el puchero que hice de forma dramática, pasó el brazo por mis hombros para abrazarme despreocupado.

—No sé porque no quisiste que fuéramos al Prime, las mejores tiendas están allá.

—Ese lugar empieza a caerme mal, y mi cuenta bancaria no da para tanto.

—Estoy orgulloso de ti, recuerdo hace unos meses a Bianca gritando en tu puerta histérica porque le debías la renta y ahora nos vamos de compras.

—Ni me recuerdes a Bianca, aún me sigue cobrando con días de anticipación temiendo a que no le pague.

—La traumaste. —Río a carcajadas.

Recorrimos más de cinco tiendas hasta que al fin encontré algo que me gustó. Llevar a Manu fue la mejor de las ideas, me dio el punto de vista masculino que necesitaba. Feliz salió de la tienda sujetando mi mano, lo estaba retrasando, tenía que organizar lo de su celebración para esa noche, su novio lo estaba esperando.

—¿Segura prefieres irte con tu papá? — gritó.

No soportaba esa manía suya de establecer conversaciones mientras conducía la motocicleta, el viento casi nunca me permitía escucharle.

—Ajam.

No negué ni afirmé nada, le di una respuesta vacía a una pregunta que quería esquivar; cuando aparcamos en el estacionamiento del edificio, comenzó a burlarse de mí y el desastre que se había convertido mi pelo gracias al casco. Su risa se silenció cuando alguien dijo su nombre en un tono fuerte.

Alcé la vista y me encontré con un bomboncito de verdad, unos centímetros más alto que Manuel, con el pelo corto y castaño oscuro. Sus ojos cafés estaban clavados en mí, observé su boca y sonreí, la forma de sus labios era igual a los de Santi, encontré mucho de él en el chico con chaqueta de cuero que me miraba con el ceño fruncido.

—Tengo media hora esperándote. —dijo cuando Manu se acercó.

—Lo siento, estaba con Valentina de compras.

La tensión entre ambos era evidente, me dio la impresión que Sebastián estaba celoso por mí. Él me juzgaba con la mirada, yo lo admiraba como tonta de pies a cabeza. Manu tenía razón, Sebas era guapísimo, como sacado de revista, su rostro varonil lucía fresco, la ausencia de barba le daba un aspecto más juvenil, me atrapó viendo su mandíbula que también era igual a la de Santi, y sonreí, tímida por su presencia.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora