Un jet espera por nosotros.

No es la primera vez que viajo en un jet de los Morgan. La primera vez fue con Christopher después del imprevisto en Brasil.

El aparato es más moderno que el anterior y mantiene la enorme M enchapada en oro en el centro de la pared.

—Cámbiate y ponte cómoda —ordena Alex.

Uno de los escoltas me señala el baño y abrazo la bolsa de lona que me dio Johana lista para cambiarme.

«Joder, ¿Que es todo esto?» Volver tiene mil pros y mil contras, pero el pecho se me quiere estallar al saber que veré a mi familia. Me creí huérfana y ahora estoy a un par de horas de sentir el calor de mi hogar.

Han sido tres jodidos años lejos de lo que más quiero, sé que tengo mucho porque preocuparme. Que tengo mil asuntos por resolver, pero que mierdas importa ahora, necesito disfrutar el momento y no dejare que nada me lo arruine.

Me lavo la cara, no voy a llorar ya que no me enfrentare a ninguna tragedia, por el contrario me estoy enfrentando a lo mejor noticia que me han podido dar en estos tres años.

Guardo las botas y el uniforme. El jet ya despegó, así que sincronizo mi reloj.

Falta un cuarto para las nueve, París esta a ocho horas por delante que Arizona. Acá son las nueve, pero allá apenas es mediodía.

Me acomodan frente a la pantalla plana mientras Alex no se despega del móvil. 

No me muevo del puesto, mi cerebro está en conteo regresivo recordando mi última visita a Arizona preguntándose por la vida de todos. 

Luisa, Brenda, Laila, mini Harry, Alexandra, Patrick, Scott, Parker, Simón, Lulú. Sonrió de forma involuntaria imaginándome el reencuentro. Sé que cada quien tiene su vida, que tal vez ya no me recuerden, pero se siente bien saber que los volveré a ver.

Recuesto la cabeza en el asiento de cuero y pienso en Bratt, no quiero devolverle los recuerdos amargos, pero no niego que anhelo verlo, aunque lo haya lastimado como lo lastime me alegra saber que lo tendré de nuevo en mi vida, obviamente no como lo que éramos antes, pero sí como un amigo y con eso me basta.

En la soledad aprendí que hay que saber conservar nuestros seres especiales. Los recuerdos se desvanecen, los años pasan, pero la marca del primer amor se mantiene de por vida, y Bratt siempre estará en la lista de personas que quiero conservar.

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El jet planea el aterrizaje, el corazón me salta en el pecho.

Me siento como niña esperando a la navidad, trato de contener las lágrimas que se me asoman en el borde de los ojos.

Abren la puerta y un auto espera por el ministro.

—Solo llevare una camioneta de respaldo —ordena Alex.

Nos abrimos paso por la carretera vacía, reconozco el entorno a medida que nos acercamos. Desaparece la oscuridad y la ciudad se cierne sobre nosotros.

No tengo palabras para describir las emociones que me invaden, el recorrido es corto. La camioneta sale del área urbana y se encamina al barrio campestre donde viví mi infancia.

Es un vecindario habitado solo por ex integrantes de la FEMF, la guardia se pone en contacto con los centinelas dejando seguir las camionetas sin problema.

Me trago el nudo que se me arma en la garganta cuando pasamos por la casa de Harry.

Hay niños jugando en las aceras mientras el padre de Luisa trota en su típica caminata nocturna.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora