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Tiempo: Temp. 1 Cap. 6 al Temp. 1 Cap. 7

El castillo de leones se encontraba una vez más desplazándose por el vasto espacio a su nuevo objetivo, su primera y tal vez más importante misión como paladines de Voltron: salvar a la Balmera, así como sus habitantes del yugo del imperio Galra.

Desde el momento en que Hunk conoció a la gente de aquel planeta con vida propia, se había ofuscado en la tarea de ayudarlos. Era un loable sentimiento desde el punto de vista de Shiro, pero debido a repentinos sucesos, la obstinación de Hunk resultaba un poco cerrada.

Pero la ironía del destino le comprobó a Shiro que el único equivocado era él, y que Hunk estuvo en lo correcto todo el tiempo. Al intentar ayudar a unos rebeldes que encontraron en su camino a la Balmera, casi pierden a uno de sus leones, y el único que había visto el peligro había sido el paladín amarillo.

Shiro estaba un poco decepcionado consigo mismo al respecto; él se suponía ser el líder del grupo, y no por ello debía estar alerta de antemano ante todo suceso (era libre de equivocarse), sino porque tenía que haber escuchado a las palabras de uno de su equipo con más cuidado y confianza, antes de descartarlo tan rápido.

Ni siquiera él estaba seguro porque paso por alto las advertencias de Hunk, pudieron haber sido miles de motivos; desde el hecho de haber estado más concentrado reprendiendo el comportamiento libertino de Lance, o distraído con la felicidad contagiosa de Pidge. Pero nada de eso era escusa de su desacierto, sin importar cuánto se preguntara el porqué.

El paladín negro podía recordar fácil las veces en que Keith dio su opinión o Pidge sugirió un método de acción; y ninguno de los casos hizo a un lado sus sugerencias como había sucedido con Hunk.

¿Acaso había algo en el paladín amarillo que lo hiciera dudar de su juicio?

La verdad Shiro tenía muy poco de conocer a Hunk (en realidad a la mayoría de los paladines), pero creía haber juzgado correctamente la personalidad de joven moreno desde el momento en que lo conoció. Pero tal vez la primera impresión que tenía sobre el paladín amarillo estuvo equivocada todo el tiempo.

Y ciertamente se daría cuenta de ello una vez que se encontró nuevamente viajando por el espacio y él marchando por los corredores del castillo en camino a la habitación del paladín amarillo. Los paladines habían decidido tomar una ligera siesta mientras recuperaban el tiempo perdido con el rescate falso, y así recuperar energías para su siguiente misión en la Balmera; era tiempo suficiente para que Shiro enmendara su error.

Cuando la puerta automática de la habitación de Hunk se abrió ante su presencia, Shiro se llevó una sorpresa al encontrar al joven moreno bailándonos animadamente en el centro de la habitación al ritmo de alguna melodía que era reproducida por unos audífonos verdes sobre su orejas. Hunk vestía sus ropas para dormir amarillas y sus ojos cerrados enfocado solamente en el momento, ignorando así la presencia del paladín negro en su puerta.

Shiro no pudo evitar sonreír mientras recargó su hombro contra el umbral de la puerta. Hunk poseía ninguna gracia en su movimientos, pero se humor era tan alegre que resultaba contagioso... casi relajante.

Cuando finalmente el paladín amarillo se dio cuenta de la presencia de Shiro en su habitación, soltó un leve gritito de horror antes de dar un ligero brinco hacía atrás y caer de bruces sobre su cama.

–Lo siento, Hunk ¿Te encuentras bien? –le preguntó Shiro tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.

Todo avergonzado de sí mismo, el paladín amarillo aceptó la mano que le ofrecían, para luego esconder los audífonos de Pidge detrás de su espalda como si hubiera obrado mal.

Hilos de TelarWhere stories live. Discover now