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Las luces de la enfermería se encontraban tenues ante el ciclo nocturno por el que pasaba el castillo de los leones. Habían pasado veinticuatro horas terrícolas desde la intensa lucha en la base minera y lo paladines de Voltron, se había retirado a su hogar a lamer sus heridas, victoriosos, pero agotados.

–¿Cuánto tiempo falta? –mustió Keith con tedió en lo que llevaba una firme guardia frente a la capsula regenerativa.

–Unos pocos minutos más –dijo Coran cansado a su vez de la constante insistencia del paladín rojo por saber el tiempo del proceso de sanación. Pero su corazón le pedía paciencia, conociendo a la perfección la preocupación y sobreprotección que los paladines sentían entre sí.

–¿Por qué siempre es Lance el que termina en una de estas capsulas? –preguntó a su vez Hunk claramente preocupado.

–No puede evitarlo... –masculló Keith frunciendo el ceño.

–Debemos estar agradecidos –comentó en cambio la princesa Allura tan pronto entró en la enfermería, ya ataviada de su hermoso vestido –, que pudiéramos traerlo antes que sus heridas empeoraran.

Y no había resultado sencillo.

A pesar de la inminente derrota del general Thogos, el sabotaje en contra de la destrucción de la mina y la dispersión de la armada Galra, la victoria absoluta aún estuvo lejos de aclamarse por los valiente paladines.

Requirió de las fuerzas conjuntas del armamento del castillo, el león amarillo y el armamento automático de la CeCoA para lograr alejar definitivamente del cuadrante a las naves restantes de la armada. Pero con la derrota de su líder y las potentes armas de la base minera, solo lo unos cuantos tontos permanecieron rezagados y pronto encontraron su perdición.

Las fuerzas armadas que recorrían las base huyeron por igual, mientras los soldados mecánicos fueron desactivados. Y en cuanto el prepotente general, quedo a manos de sus esclavos una vez que los paladines liberaron a los vrochan de su encierro en las profundidades de la mina.

–La capsula está por terminar su ciclo –comentó Coran sacando de sus pensamientos a todos los presentes en la enfermería –: en kart... lann... toppe... kets... –agregó, contando.

Y antes de que terminara de enumerar en su curioso dialecto, la capsula de sanación se abrió con un chirriante aviso previo, dejando en libertad al paciente en su interior. El joven moreno que yacía dentro pudo continuar por unos segundos de pie, mientras las suaves expresiones de su rostro denotaban su estado somnoliento. Pero en cuestión de segundos, la gravedad artificial de la nave afectó el escaso equilibrio que poseía en el momento, desplomándolo al suelo.

Aunque nunca llegó a tocarlo.

Keith y Hunk reaccionaron con rapidez para atrapar a Lance antes de que tuviera un rudo despertar contra el suelo duro de la enfermería.

–Hey, tranquilo te tenemos –dijo Hunk frotando suavemente su espalda.

–Lance –lo llamó a su vez Keith esperando una reacción de su parte.

Por unos escasos segundos, ambos paladines tuvieron la terrible impresión que el joven que sostenían en sus brazos no estaba respirando, pero pronto tal idea se esfumó de sus mentes cuando un leve gemido escapo de sus delgados y tersos labios.

–¿Qué-é... pasó? –dijo Lance con algo de dificultad, en lo que sus brazos aleteaban a su alrededor, casi sin fuerza. Sus parpados se contorsionaron levemente, antes de que se abrieran despacio, revelando el hermoso color azul de sus ojos.

–¿Ya lo has olvidado? –le preguntó Hunk. Con ayuda de Keith, ambos lograron poner al paladín azul de pie.

–Tu brazo quedo herido por el ataque galra en la base y la herida empeoró por la explosión –le recordó Keith con calma posando su mano en el pecho de Lance en un intento de mantener su espalda derecha. El paladín rojo sintió una gran alegría al percibir el fuerte latido del corazón de Lance contra la palma de su mano.

Hilos de TelarWhere stories live. Discover now