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En alguna parte de la base minera, de los profundos corredores de los niveles inferiores, el paladín negro corría contra el tiempo para salvar no solo un inocente confundido o toda una población de esclavos, sino alguien muy importante para él.

–¡Shiro! –dijo la joven paladín verde por el comunicador. Era una suerte que la cabeza de Voltron solo pudiera escuchar de momento su voz y no ver su imagen debilitada por la pérdida de sangre –. Logré localizar a Vrindan –le aseguró ella entre susurros –. Se encuentran dos niveles arriba de tu posición. Podrás llegar más rápido si tomas el acceso a tu izquierda.

El visor en su casco le compartió la ruta a seguir, sincronizada gracias a la destreza de Pidge en los sistemas.

–Gracias, Pidge –preguntó sin detener en lo mínimo su marcha –. ¿Cómo están los demás?

Shiro dio la última vuelta a la izquierda topándose con dos androides galra resguardando el pasillo. Sin problemas y con la pericia de su brazo robótico, el paladín destruyó a ambos sin problemas.

–Keith y Lance están por llegar a su objetivo –escuchó la voz de Pidge mientras las piezas cercenadas de los robots salían en todas direcciones.

–¿Has podido comunicarte con Hunk y Coran? –preguntó él con calma una vez que todos los enemigos fueron neutralizados. Sin ningún cuidado, Shiro retiró un panel de metal de la pared, revelando un duco de emergencia que conducía a una escalera ascendente.

–Aún no –respondió la chica, en lo que el paladín negro comenzaba su acenso en apretado ducto –, pero sigo intentando.

–¿Y Allura?

Hubo un momento de silencio antes de la fatídica respuesta.

–No puedo encontrarla en la base con las cámaras –dijo la chica con clara decepción en su voz.

–Sé que encuentra bien –le aseguró Shiro con la gran confianza que lo caracterizaba –, estoy seguro de ello. ¿Cómo te encuentras tú? ¿Puedes resistir?

–Como si una puñalada en abdomen y una lenta pero consistente pérdida de sangre pudiera detenerme.

Su tono jovial no relajó en lo más mínimo al líder de los paladines.

–No es gracioso, Katie.

Finalmente, Shiro alcanzó la cima de la escalera. De un solo puñetazo de su brazo robótico, mandó a volver la escotilla, dejándole el camino libre a un corredor de los niveles superiores.

–Sigo aquí –respondió ella con resignación –, y no voy a dejarlos.

–Y nosotros a ti –le aseguró con él sin contener la emoción que escapó de sus labios– . Solo aguanta un poco más.

Hubo otro momento de silencio, en el que claramente era perceptible que la nariz de Pidge hacía todo lo posible contener el resultado de sus emociones que quería escurrir por ella.

–Ahora... da vuelta a la derecha –finalmente continuó la chica tratando que no se le quebrara la voz –y sigue derecho hasta llegar a las escaleras...

–¿No es camino de vuelta al CeCoA? –interrumpió Shiro reconociendo el camino.

–Precisamente.

El paladín se percató de lo que eso podía implicar... y de lo que estaba en riesgo.

–Enterado.

–Y Shiro... ten cuidado. Vrindan no está solo.

El líder de los paladines solo asintió en silencio, como si sus pensamientos y acciones fueran perceptibles a la chica en el comunicador.

Hilos de TelarWhere stories live. Discover now