—¿Estas bien? —gritó a causa del viento.

—Si, tú no te preocupes. Sigue manejando como loco, si me matas solo irás a la cárcel.

No escuché su respuesta, pero estaba segura que al menos una de esas risitas cortas y contagiosas salió de sus labios. Después de diez minutos se detuvo frente al edificio donde estaba la editorial. Bajé con cuidado mientras él miraba con atención el lugar.

—Gracias por traerme.

—Cuenta conmigo siempre.

Me guiñó el ojo y con cuidado me quitó el casco de las manos ¿Cómo diablos no iba a pensar que le gustaba?

Mientras me adentraba en el pasillo que me llevaba hacia el elevador analicé un poco mejor la situación. Manu era un buen chico, de esos que escaseaban, estudiaba por las mañanas hacía pasantías por la tarde, no era un tipo de excesivas salidas nocturnas. Aunque habíamos hablado muy poco de su vida privada llegué a la conclusión de que era un buen partido, por eso se me hacía extraño que no tuviera una novia.

El sonido del elevador llamó la atención de las pocas personas que estaban en el piso. Anita, la secretaria de Rodrigo se asomó al pasillo para verme. Miró su reloj para después negar con cara de pocos amigos. Le sonreí dispuesta a combatir su malhumor con la pizca de simpatía que existía en mí.

—Buenos días. —Saludé con exagerado entusiasmo.

—Tardes, el señor Aguilar está aquí desde hace una hora esperándote.

¡Mierda! Se suponía que los jefes llegaban tarde. Caminé directo a su oficina con pasos rápidos y ansiosos, ni me molesté en tocar la puerta, abrí, pero de forma cautelosa cuando una voz profunda gritó un: Adelante.

—Te estaba esperando.

—Lo siento, señor, pero tuve que ir a primera hora a la universidad, tenía un proyecto que entregar. —Mentí, evitando a toda costa su mirada.

—Lo entiendo, siéntate —ordenó con un tono amable. Mientras buscaba algo en su computadora aproveché para echarle un vistazo a la oficina. La primera vez no reparé mucho en los detalles, estaba muerta de miedo solo con ganas de desaparecer por arte de magia.

—Estamos necesitando personal a cómo te lo había comentado. —Su voz interrumpió mi recorrido con los ojos por las paredes.

—Sí, lo recuerdo.

—Estamos pasando por un momento de ajustes. Hay áreas que no van a poder ser cubiertas a su totalidad debido a esto, pero tengo una solución. Pensé en hacer uso de pasantes que nos ayuden un poco a cambio de experiencia.

—Muy buena idea. —Hablé solo para decir algo, no entendía porque me estaba comentando eso, él era el jefe no tenía que informarme de nada.

—Espero que sí, sé que el departamento de adquisiciones necesita más personal.

—¿Sí?

—Sí —afirmó—, podrás ser muy eficiente, pero es mucho trabajo para una sola persona. —Maldita sea, ¿mucho trabajo? Intenté no poner cara de pánico, y concentrarme en escucharlo, tocó un botón del teléfono que estaba sobre la mesa y pidió a Anita que dejara pasar a una Laura.

—Buenos días.

Volteé al escuchar la voz femenina, a primera vista, Laura me pareció una niña. No pasaba de los veinte años, aunque aparentaba menos. Era baja, de cabello negro, con ojos grandes y bonitos, caminó derecha hasta la silla que estaba a mi lado.

—Laura, ella es Valentina Rincón, la editora de Adquisiciones. —Hasta sonreía cuando escuchaba eso, pero solo por segundos, cuando recordaba que no tenía ni idea de lo que hacía el pánico volvía. —Valentina, Laura es estudiante del tercer año de Mercadeo, vendrá todas las tardes para apoyarte en lo que necesitas, lo importante es que ella aprenda un poco de todo esto, así que serás una especie de guía—. ¡Genial! Yo estaba para que me guiaran y me tocaba guiar.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Where stories live. Discover now