Pensé que nada de eso me iba a afectar, después de todo, tenía cinco años viviendo en otra ciudad por mis estudios. Jamás imaginé que de un día para otro ambos decidirían que ya era hora que comenzara a costear mis gastos. Las palabras de mi padre fueron implacables.

«Valentina, tienes veintitrés años. Es hora de que comiences a ser responsable de verdad. Estás repitiendo por segunda vez el último semestre de tu carrera y continúas reprobando materias. Tu madre y yo no somos eternos, debes aprender a valerte por ti misma. Tu hermana a tu edad estaba iniciando su posgrado y recibiendo su primer ascenso en el trabajo. ¡Debes hacer algo con tu vida!»

Realmente estaba jodida y sin ningún plan, así que hice lo de siempre: ignorar el problema dejando para después la búsqueda de la solución. Hasta que todo se me fue encima y no supe qué hacer.

Para mi fortuna, mi amable vecino tenía un plan. Me ayudaría conseguir el empleo que tanto necesitaba; y yo no había logrado conseguir. Mi nula experiencia laboral y mi pobre desempeño académico me dejaban sin muchas opciones.

Manu pensó en todo, siendo pasante en el departamento de recursos humanos de una empresa, contaba con las herramientas suficientes para crear un currículum atractivo para el mercado laboral, exagerando una que otra cosa, mintiendo en otras más y hasta falsificando una carta de recomendación de un profesor. El tipo era toda una caja de sorpresas, y yo tenía la suerte de contar con él.

En una noche creamos el perfil profesional de una estudiante destacada del último año de Marketing y publicidad. Una futura mercadóloga llena de habilidades por desarrollar. Le agradecí abriendo la última botella de vino que me quedaba, celebramos antes de tiempo por el trabajo que iba a conseguir.

Realmente no confíe con que eso pasara rápido. No es que fuese negativa, sino más bien realista. Era poco probable que en unos días una oportunidad apareciera de la nada, pero la vida me sorprendió esa mañana. Estaba profundamente dormida después de haber ignorado todas mis alarmas, cuando el timbre comenzó a sonar con insistencia. Era Manu, de nuevo trayendo una solución para todos mis problemas.

Gracias a sus contactos se enteró que una editorial estaba buscando personal de carácter inmediato y pensó en mí. Al principio me pareció la idea más descabellada, ni siquiera leía mis apuntes de la universidad ¿Qué iba a hacer en una editorial? Pero después de que Manu me recordara que Bianca llegaría la semana siguiente a cobrarme, me forcé a adoptar una actitud triunfadora.

Se encargó de hacer la llamada para pactar la cita mientras yo buscaba algo adecuado para la entrevista en el desastre que tenía en mi clóset. Él fue quién me convenció de usar esos zapatos que me estaban matando y el que le dio el visto bueno a mi outfit: una falda lápiz con una blusa con las mangas largas.

Cuando me vi frente al espejo sonreí satisfecha. No solo me gustaba lo que veía, el hecho de que esas prendas fueran de mi hermana le daba un plus a todo. Me gustaba fastidiar a Vanessa casi tanto como a ella fastidiarme a mí, me imaginé su cara cuando se enterara que tomé sus cosas para utilizarlas antes que ella.

Llegué a la editorial con el tiempo justo. Rodrigo Aguilar el nuevo dueño y jefe fue quien me hizo pasar a su oficina. Decir que me encontraba nerviosa era poco, estaba casi petrificada. Nunca fui buena hablando con los desconocidos, me sentía incapaz de proyectar seguridad como me lo había aconsejado Manu.

Después de las preguntas rigurosas comenzó a ojear el currículum, no decía una sola palabra. Se limitó a leer mientras su rostro adoptaba un gesto que interpreté como concentración.

—Así que en el último año. ¿Por qué marketing? — preguntó, apartando la vista de las hojas, odiaba esa maldita pregunta para la que no tenía una respuesta.

Un desastre llamado Valentina (Ahora gratis)Where stories live. Discover now