Capítulo 32

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Un pequeño rayo de luz que se coló por la ventana deslumbró a Ana, por lo que abrió sus ojos lentamente. Cuando sus ojos se adaptaron a la luz, miró hacia el lado donde durmió Miriam anoche, sin embargo lo encontró vacío. Se extrañó y miró alrededor esperando encontrar algo que le desvelara dónde se encontraba su novia. Un ruido, como de unos platos caerse, proveniente del piso de abajo alertó a Ana, que enseguida salió de la habitación y bajó corriendo las escaleras.

Vio a Miriam con un cepillo en sus manos, barriendo los pequeños trozos del plato que se le había caído. Ana se tapó la boca para no reírse al oír a Miriam murmurar un "joder". Después de que Miriam tirara los trozos a la basura, se dio la vuelta y se puso frente a la vitro. Ana se acercó lentamente y sonrió al ver que Miriam estaba cocinando. Cuando estuvo detrás de Miriam, colocó sus manos en su cintura y la pegó un susto. Miriam pegó un salto y se giró. Miró a Ana sorprendida y se puso una mano al corazón, soltando un suspiro.

-Joder, Ana, qué susto. ¿Qué haces aquí?

-Bueno, más bien la pregunta sería a ti. Que sepas que tú también eres muy torpe. - rió Ana.

-¿Te he despertado con el sonido del plato? Jo, lo siento. - dijo Miriam rascándose la nuca.

-No pasa nada, amor. - dijo Ana acercándose todavía más a Miriam. - ¿No me vas a dar los buenos días?

Miriam sonrió y acercó su boca al oído de la canaria.

-Buenos días, dormilona. - susurró.

A Ana se le erizó la piel, y acto seguido besó a Miriam con pasión. Miriam rodeó la cintura de Ana con sus brazos y la pegó a su cuerpo. Ana enredó sus dedos en la melena rizada y sonrió en el beso. De repente, Ana olió a quemado y se separó de Miriam, levantando una ceja.

-Huele a quemado...

Miriam abrió sus ojos y se dio la vuelta, cogiendo un trapo y sacudiéndolo.

-Mierda, las tortitas.

Cogió la sartén y, en un plato colocó las tortitas quemadas. Apoyó sus manos en la encimera y agachó su cabeza. Ana posó sus manos en sus hombros y le dio un beso en la mejilla.

-Ey, amor, no pasa nada. Ha sido culpa mía por haberte entretenido.

-No, Ana, soy malísima cocinando. Menos mal que he preparado unas tostadas y he sacado los aguacates, sabía que acabaría pasando.

Miriam tiró las tortitas a la basura y se sentó en la mesa ya preparada. Ana la miró con una sonrisa triste y se acercó a ella. Se sentó en una de sus piernas y le quitó un mechón de pelo de su cara.

-Miriam, no pasa nada.

-Jo Ana, pero es que yo quería cocinarte algo, como hiciste tú anoche.

-Da igual. Me parece muy tierno el detalle. Sé que haces esto porque me quieres.

Miriam miró a Ana y sonrió tiernamente.

-Te quiero, y mucho.

Miriam juntó sus labios y la besó con delicadeza. Cuando se separaron, Ana la abrazó y después se sentó en su silla. Desayunaron tranquilamente, contemplando el oleaje del mar desde las grandes cristaleras. Ana se fijó detenidamente en Miriam: llevaba la camiseta ancha de ayer, el pelo despeinado y una mirada cansada.

-¿Te has duchado? - preguntó Ana.

Aquella pregunta cogió de imprevisto a Miriam. Miró a Ana sorprendida y sus mejillas se pusieron coloradas poco a poco.

-Bueno... - dijo Miriam algo nerviosa mientras se rascaba la nuca. - Te quería esperar a ti y ducharnos juntas.

-¿¡Q-Qué!?

Mi vida no es la misma sin ti | WariamWhere stories live. Discover now