—Esa idea tampoco la descarto, me gusta— no pude evitar sonrojarme con aquel comentario. —Por favor, déjame llevarte a comer. Yo invito.

—Vale, sí— no me vendría mal desconectar un poco. —Aunque no hace falta que me lleves a un restaurante ni mucho menos que pagues tú, ya sabes que opino al respecto— le acaricié la mejilla. Asintió.

—Perfecto— sonrió sacando hoyuelos. Aquel simple gesto me volvió loca.

Encendió la radio, mientras tanto yo miraba por la ventana y tarareaba las canciones que sonaban por la emisora que había seleccionado. No podía dejar de pensar en mi madre. Me gustaría mucho hablar con ella. ¿Qué era aquello tan importante que me tenía que decir? ¿Sería bueno o malo? Me di cuenta de que dejamos de movernos. Oliver ya había aparcado, se encontraba mirándome, preocupado.

—Allison, ¿estás bien? Te noto un poco distraída desde que has subido al coche. ¿Qué hacías en tu casa en vez de estar en el instituto?— mierda, se me había olvidado mencionarle lo que me había pasado.

—Te lo explico todo mientras comemos— miré bien por la ventana para ver dónde íbamos a comer. —¿Me has traído a un McDonalds?

—Si no te gusta podemos ir a otro sitio— iba a poner el coche en marcha pero lo paré a tiempo.

—¿Pero qué dices? Si me encanta— le di un beso en la frente y salí del coche. En momentos así la "comida basura" te levanta el ánimo, por lo menos a mí.

Al entrar agradecí que no hubiera mucha gente, me moría de hambre y no me gustaba hacer cola en los sitios. Me ponía muy nerviosa, no tenía casi paciencia.

Cada uno se pidió lo suyo. Esta vez pagó Oliver, después de discutir largo y tendido sobre el tema, pero acordamos que la próxima comida la pagaría yo. Las mujeres también podemos invitar a los hombres a comer, y quién piense lo contrario, lo siento, pero se equivoca. Nosotras mismas podemos pagarnos la comida, no hace falta que nadie nos la pague.

Nos sentamos en una esquina donde la poca gente que había no nos podía escuchar. Comimos con tranquilidad, prácticamente ninguno de los dos habló mientras tanto. Cuando terminamos, Oliver recogió la mesa y nos quedamos allí un buen rato sentados. Había conseguido olvidarme por un momento de todo lo que había pasado hasta ahora, hasta que Oliver tuvo que preguntarme sobre lo que había pasado.

—¿Me puedes contar ya lo que te ha pasado? Me estoy poniendo nervioso porque todavía no me has hablado sobre ello. Quiero ayudarte en todo lo que pueda— me cogió de las manos por encima de la mesa. Estaba muy contenta de que ya no tuviéramos que escondernos más.

—Bueno, pues en resumen, mi madre quiere retomar el contacto conmigo después de haber pasado tanto tiempo sin aparecer, y también que le he dicho a mi padre lo nuestro.

—Joder Allison, ¿y estás bien?— no parecía muy sorprendido con lo que le había dicho.

—No, si estuviera bien no habría decidido irme de casa.

—¿Te has ido de casa?— asiento. —Claro, eso explica lo de las maletas que has dejado en el coche— me mira. —¿Dónde te vas a quedar ahora?

—Contigo. Me gustaría irme a vivir contigo. Pero solo si la oferta sigue en pie, no quiero molestarte.

—Claro que sigue en pie— estaba emocionado, lo sabía por la manera en la que le brillaban los ojos.

Antes de irnos del McDonalds le conté de principio a fin lo que había pasado realmente, empezando por la intervención de Sarah en clase hasta el portazo que di cuando salí del despacho de mi padre. Conseguí contarle todo aquello sin soltar ninguna lágrima, eso sí que era un gran paso para mí. Tal vez estaba empezado a madurar en cuanto a mis emociones.

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora