51. ¿Dormir o volverse loco? Una decisión complicada

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Me sentía un poco más fresca. El agua limpió vagamente los rastros de las últimas lágrimas. Me pasé las manos por mi cara, masajeando un poco toda el área, antes de abrir los ojos.

Ojalá no los hubiera abierto.

A través del espejo, vi a la cosa de mis sueños. Al hombre vendado en la cabeza. Tenía la misma campera militar, jeans oscuros y vendas también en las manos. Esta vez sí tenía hueco para su boca, pero de aquél hueco salían dientes filosos y plateados. Parecían de mentira. Las vendas eran del mismo color blanco amarillento. Podía notar con claridad la cavidad de los ojos y la pronunciación de la nariz.

Me giré sorprendida, lista para correr, pero el hombre no estaba detrás de mí. Confundida, volví a enfocar mi vista en el espejo. El hombre estaba ahí, en el espejo, pero no a mi lado, en la realidad. Cerré los ojos con fuerza.

—Esto no es real... Es un sueño... —murmuré. Sentí cómo mis manos empezaron a temblar. El poco control que tenía sobre mi respiración se perdió. Mis poros producían excesos de sudor, cubriendo cada milímetro de mi piel.

Lo único que podía escuchar era el aire saliendo exageradamente de mi nariz y boca. Hasta que un gruñido áspero interrumpió en el ambiente. Ya había escuchado ese sonido antes. La vez que me quedé sola en casa y alguien se ocultaba en la habitación de mi hermano, la vez que me desperté con Derek a mi lado y mi cuerpo estaba inmóvil... En ambas situaciones, este hombre momia estaba acompañado de Jennifer. No quise arriesgarme a abrir los ojos y encontrarle ahí. Tal vez si los mantenía cerrados, todo se esfumaría.

Tal vez despertaría.

El gruñido se tornó en una respiración entrecortada. Seguía siendo áspero, como si el hombre necesitara un vaso de agua. Yo no le iba a ofrecer tal cosa.

Al no poder observar qué ocurría, recurrí a mis otros sentidos. Había cruzado los brazos contra mi pecho, dándome algún tipo de protección. Mis manos sólo podían tocar la tela de mi remera sudada. Intenté pensar en eso, en las fibras de algodón. Pero mi sentido de audición captó algo que desvió mi foco de atención. Pasos. Torpes y rasposos. Parecía que alguien cojeaba al caminar.

El sonido arrítmico de los pasos me ponía más nerviosa. Apreté mis uñas contra las palmas de mis manos. Sentía cómo mi cuerpo temblaba como si estuviera muerta de frío. Sentí algo de humedad en mis mejillas, supe que estaba llorando otra vez. El llorar me ayuda a liberar un poco de angustia, pero no lo suficiente.

Los pasos se detuvieron y estaba segura de que el hombre momia estaba detrás de mí. Apreté con más fuerza los ojos. Me dolía la cabeza y sentía pequeños cosquilleos en la zona por toda la presión que les hacía.

La respiración entrecortada no se detuvo en ningún momento. Ahora la sentía más cerca de mí. Podía sentir el aliento chocando contra mi nuca y cabello. Usualmente el aliento es cálido porque nuestro cuerpo está a treinta y siete grados, pero el de este hombre era helado. Lo cual no tiene sentido, pero dudo mucho que mis pesadillas tengan otro sentido mas que hacerme perder la cabeza de los nervios.

—No es real, Sarah... Estás dormida... —me susurraba. Intentaba hacerme despertar. No sabía cómo hacerlo. Quería abrir los ojos y ver que estaba en el departamento de Derek, con él a mi lado, cálida y protegida. Todo lo contrario a cómo me sentía.

El aliento frío del hombre momia hacía que mi piel empezara una cadena de escalofríos a lo largo de mi cuerpo. Haciéndome temblar aún más. Ya no lloraba, sentía el rastro de lágrimas en mis mejillas pero ya no podía llorar más. Estaba tan nerviosa, tan al borde de perder la cordura que mi cuerpo decidió no gastar energías en seguir llorando. No cambiaba el hecho de que quería llorar aún más. Tenía tanto miedo.

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