44. Oír tu voz me hace bien

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Apagué la luz y salí del baño. Miré el pasillo iluminado con desconfianza. Por alguna razón, sentía que había alguien más aquí. Pero aunque mi mente me diera las razones lógicas por las cuales no hay nadie ahí, mi instinto me decía lo contrario.

Otro ruido. Similar al primero que escuché.

—¿Papá? —llamé. No hubo respuesta—. ¿Stiles? —pregunté entonces, pero tampoco me respondieron. Apreté mis labios y me armé de valor.

El sonido pareció haber venido de la habitación de Stiles. Ignoré mi corazón que latía rapidísimo en mi pecho y me acerqué a la puerta. Estaba entreabierta. Empujé lentamente para abrirla del todo.

Estaba oscuro. Alargué mi mano para encender el interruptor. No sé si fueron los nervios o qué, pero no podía encontrar la perilla. Bufé rindiéndome, miré adentro y me detuve al ver una sombra cerca de la ventana. Un cuerpo ahí parado.

—¿Quién anda ahí? —pregunté con miedo a moverme. No podía ver con claridad quién era. Sólo sé que parece un hombre y que tiene algo recubriéndole la cabeza. Una manta o algo similar. Me ponía nerviosa que no se moviera pero que pudiera escuchar su respiración ronca—. ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

Pero el sujeto no parecía estar interesado en responder mis preguntas. Me estaba poniendo nerviosa. Aún así, estiré mi pierna para entrar a la habitación, ya que me había quedado paralizada en el marco. Pero ni bien mi cuerpo entró al cuarto, el sujeto abrió su boca dejando ver unos dientes plateados y exasperó a modo de grito, poniéndome los pelos de punta.

Antes de que pudiera saber qué rayos pasaba, una fuerza me tiró hacia atrás. Mi cuerpo chocó contra la pared en frente a la puerta de mi hermano. La misma se cerró ni bien me echaron. El sujeto seguía dentro. Intenté mover mis brazos para poder zafarme del atacante invisible pero no podía.

Una figura apareció a mi costado. Tenía la misma ropa de siempre y sus botas negras. Sentí cómo la sangre ardía en mis venas al verle. Tenía una simple sonrisa. Se posicionó delante de mí con los brazos cruzados.

—Hola, Sarah. Tanto tiempo. —habló con calma. Seguí moviendo, esperando que así lograra volver a tener control de mi cuerpo.

—No eres real. Esto es un sueño. —me murmuré. No se cuándo caí dormida, si es que lo estoy (desde la clase de Economía no sé si a veces me duermo o simplemente estoy soñando despierta).

Jennifer rodó sus ojos — Aburres, Sarah. Siempre diciendo lo mismo. —caminó hacia mi lado, moviendo un pelo de mi rostro. Alejé con rudeza mi cabeza de su tacto—. A veces es un sueño, a veces no. ¿Sabes cuál es la diferencia? —le miré de reojo. No la sabía. Y dudo que me dijese cuál es—. Esa es la única razón por la que sigues siendo parte de mi entretenimiento.

De repente, lo que sea que hubiera dentro de la habitación de mi hermano, empezó a martillar con sus puños la puerta. Como si estuviera llamando a alguien, para que alguien le dejara salir... O entrar. Era tan fuerte el ruido de los puños golpeando contra la madera, que mi corazón empezó a latir con aún más rapidez. Tenía miedo.

Jennifer suspiró y se giró — ¡Estamos tratando de tener una conversación aquí! —gritó al sujeto de dientes plateados. Los golpes se fueron reduciendo hasta que no golpeó más. No sé qué me daba más terror, los golpes o el silencio. O que esa cosa responda a Jennifer—. Disculpa, nunca fue muy cortés.

Paranoia [Teen Wolf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora