41. Problemas con coyotes

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Mi hermano decidió ser directo y abrirla de una. Una vez adentro de la casa, los dos le observamos con miradas intensas. Él alzó los hombros. Rodé los ojos mientras Scott se adelantaba hacia dónde sería la habitación de las niñas.

Podía escuchar los murmullos de la conversación de papá y el señor Tate.

—¿Y? ¿Hueles algo? —preguntó mi hermano en susurros. Scott recién había agarrado un peluche. Frunció el ceño y tomó otro muñeco para olfatearlo.

—Todo lo que huelo es un aroma de animal... —susurró confundido. Stiles y yo fruncimos el ceño al mismo tiempo.

—¿Qué clase de animal? —pregunté pensando en el informe, dónde decían que unos coyotes desgarraron los cuerpos de las víctimas. Además, estoy segura de haber escuchado al señor Tate decir que tenía problemas con coyotes. Es una extraña posibilidad, pero se debe tener en cuenta, más si se trata de Beacon Hills.

Como respuesta a mi pregunta, un perro negro y bastante grande apareció en el marco de la puerta. Sus ojos cafés inspeccionaron a Scott y luego a nosotros dos.

A perro —respondió Scott aunque ya me había dado cuenta de que se trataba de tal. Me aguanté las ganas de darle una mirada mortal y me concentré en el problema. El perro parecía amigable, pero dudo que lo sea con tres extraños que invaden la casa de su dueño.

—Hola, perrito... —murmuré con una sonrisa y acercándome lentamente al animal.

—Deshazte de él —indicó Stiles a Scott.

—¿Yo? —preguntó confuso nuestro amigo.

—Sí, tú. Muéstrale tus ojos brillosos o algo... Sé el Alfa.

El perro empezó a gruñir. Ya se dio cuenta de que somos intrusos. Y no solo nos colamos en la casa de su dueño, sino también estamos contaminando con nuestro olor la habitación de las dos niñas que le cuidaban. Es una sorpresa que no saltara sobre nosotros y nos quitara la cara de un mordisco.

—No puedo. —señaló Scott moviendo un poco sus manos—. No tengo control sobre mis ojos...

Estábamos quietos mientras el perro se adelantaba, aún gruñéndonos. Mostrando sus colmillos, listo para atacar para cuando moviéramos un músculo. Si Scott no puede hacer algo para evitar que el perro nos delate o muerda, tendría que hacer algo yo.

No sé qué hacer realmente. Nunca he tenido un perro de mascota ni estado en una situación similar.

—Okay, amigo, pero intenta algo... O tú, Sarah. Tú te llevas bien con los gruñones.

Abrí la boca para responderle de forma sarcástica pero antes de que pudiera decir algo, el perro ladró con fuerza. Parecía enojado. Ladró varias veces. Me mordí el labio esperando que el señor Tate no venga hacia aquí. Quedaría ver mal a papá.

—¡Apollo! ¡Apollo, cállate! —gritó el señor Tate desde la otra habitación.

No me di cuenta de lo fuerte que estaba apretando mi labio inferior hasta que sentí un sabor metálico en la boca. Eso pareció ser suficiente para hacerme actuar. Si el señor Tate venía estábamos perdidos. Dejé que mi instinto me guiara. Me dejé caer al suelo, sobre mis rodillas. Mis ojos se quedaron fijos en el perro.

Paranoia [Teen Wolf]Where stories live. Discover now