40: Sueños extraños, Apodos y 1-4-1-13

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✓Editado✓

Narra ____

Jace había salido corriendo de la casa sin decir ni una palabra, pero estaba rojo de la furia. Yo lo seguí, y en un momento nos encontrábamos en el lago en el que habíamos estado hace unas horas. Ya estaba anocheciendo, y el resplandor de algunas piedra-runa comenzaba a hacerse visible por entre las calles de Idris. Ya le había preguntado a Jace varias veces quien creía que era, pero nunca respondió.

- ¡Jace! - chillé, y él se detuvo en seco por primera vez desde que había salido de la casa de mis padres - ¡Estamos dando vueltas hace más de hora y media, ya está anocheciendo y tú todavía no me dices quien fue el bastardo qué... - chillé nuevamente si poder terminar la frase.

- Lo siento. - dijo agitado. Se acercó a mi - E-es que de la rabia no me di cuenta. De solo pensar que lo tuve en mis manos y lo dejé ir... - no lo podía creer.

No podía creer que fuera quien yo creía. Ahora entendía porque estábamos aquí.

- Jace fue...

- Adam. - tomó la nota y me la mostró - Cada letra del abecedario corresponde a un número. El uno es A, el cuatro D y el trece M. Ahora mira los números - él me paso la nota.

Y lo comprobé. Esa basura había sido. Ahora comprendía lo familiar de su tacto. Nuevamente, ahora todo volvía a tener sentido. Los puntos se unían en mi cabeza, completando una parte de este gran rompecabezas que intentaba unir.

- Ya no lo vamos a encontrar Jace - le dije.

Comenzaba a sentirme mareada y quería volver a casa.

- Volvamos a casa, ¿Sí? Mañana volveremos a New York si quieres, pero no creo que este aquí.

- Ah. Lo siento - me abrazó y yo escondí mi cabeza en su pecho.

- ¿Por qué? - levanté la mirada hacia él.

- ¿Bromeas? Apenas despertaste y tuvimos una horrible discusión. No puede atrapar a Adam en ningún momento, y te torturaste para contarme tus traumas. Soy... Terrible - dijo con la mirada triste.

- Oye. En cuanto a la discusión, yo debí entender que estabas ebrio. Nadie pudo saber que Adam iba a ser así e iba a ser quien me hizo eso. Y en cuanto a contarte lo que me había pasado... yo quise hacerlo, necesitaba hacerlo. Y en todo caso, ambos tendríamos la culpa en todo lo que acabas de mencionar. - le dí un corto beso en los labios - Ahora vamos a casa, teñido - comenzamos a caminar tomados de la mano.

- Oye... - me dijo - Tengo sangre de ángel por si te interesa. Podrías inventar otro apodo.

- Pues eso no va a cambiar tu apodo, teñido.

- Esta bien, tu serás mi mundana.

- ¿Tu mundana?

- Mi mundana.

Nos detuvimos. Jace rodeó mi cadera con sus manos, atrayéndome más hacia él, y yo enredé mi manos en sus dorados cabellos. Me besó apasionadamente, y yo le respondí. El mundo se detuvo su nuestro alrededor, y volvió a su funcionamiento cuando el oxígeno se acabó en ambos, y nos separamos dando bocanadas de aire. Nuestras frentes seguían unidas, al igual que nuestros cuerpos. Mi corazón latía a mil, y también el suyo.

[...]

- Oye - llamó Jace desde la cocina

- ¿Qué pasa? -dije entrando en la habitación.

- ¿Qyue cenamos? - preguntó cerrando la nevera.

- La cocina es tu área, no la mía. Sabes que se me quema hasta el agua - le repliqué.

- Bien. Ahora entiendo porque Isabelle y tú son buenas amigas, no tienen ni idea de cocina - dijo riendo, y yo le golpeé débilmente el hombro.

- Creo que sobró algo para hacer emparedados, ¿Es suficiente? - pregunté.

- Creo que sí.

Volví a sentarme en el sillón de la sala. El mareo que tenía en el lago había aumentado, pero supuse que era el cansancio. Vi como, luego de varios minutos, Jace salía de la cocina con una bandeja llena de emparedados. Se me hacia agua la boca. Tan pronto los dejó en la mesa baja, y se acomodo junto a mí, un agudo dolor me recorrió la cabeza, yo intenté restarle atención, pero se me hacía difícil.

- Voy por agua - dije parándome con dificultad.

- Oye ¿Estás bien? - se puso de pie junto a mí - Estás pálida y... - puso su mano en mi frente - Helada -.

- Debe haber sido por la caída en el lago. Tranquilo, ya vuelvo - me dirigí a la cocina.

Me costaba dar cada paso. Mis pies se sentían como adoquines, y mi cuerpo pesaba horriblemente. Sentía como cada vez apoyaba mi pie descalzo sobre el suelo, retumbaba en mi cabeza. Todo sonido hacia eco en mi mente, así que tuve que sostenerme de la encimera para quedar en pie, aunque mi vista había comenzado a nublarse. Y de un momento a otro, estaba sumida en la oscuridad, aunque no por mucho tiempo.

Fragmentos de imágenes aparecían en mi cabeza. El camino desde la cocina hasta mi habitación aparecía en cámara rápida, y se detuvo frente a la foto familiar con mis padres y mi hermano. El marco, el vidrio y la foto se desvanecían, dejando ver un papel. Y luego apareció más detallado, era una carta.

Narra Jace

Noté que ____ estaba muy pálida. Su suave piel estaba tan fría como un glaciar, y no creo eso de que se sienta bien. A ella no le gusta preocuparme, y no iba a admitir que se sentía mal. Vacilé un momento, pero cuando estaba poniéndome de pie para ir a ver que estuviera bien, un golpe seco se escuchó desde la cocina. No dudé en salir corriendo hasta allí, aunque la sala no estuviera lejos. Al llegar la ví tirada en suelo, y temblando. La cargué en mis brazos, y la lleve directo al sofá. La senté allí, y pude ver como abría los ojos lentamente, y se agarraba la cabeza con las manos.

- ¿Qué me paso? - dijo con la voz roca, y en un susurro casi inaudible.

- Supongo que te desmayaste, fuiste por agua, y más tarde escuche un estruendo en la cocina. Cuando llegué estabas tirada en el piso y temblando - notte como abría los ojos más de lo normal y se sobresaltaba.

- ¡La carta! - chilló, y salió disparada a su habitación.  

¿Nephilim o Mundana? (Jace Wayland y Tú) EN PROCESO DE EDICIÓNWhere stories live. Discover now