— Yo... lo siento — mordí mi labio inferior, de alguna manera u otra sentía esa necesidad de arreglar esto, necesitaba volver a encontrar y sentir la seguridad que él me brindara, porque con Dereck todo se sentía bien, me sentía a salvo.

— No es tu culpa. Todos tenemos demonios que a veces no nos dejan en paz, bella dama. — Él se estaba alejando, Dereck estaba apartándose poco a poco de mí y eso me asustaba. Me asustaba que él se fuera. — Y siento que no sé cómo controlar los míos.

— Dereck. — musité y él me besó, sus labios atraparon los míos de una forma voraz y cautivante, sus manos encunaron mi rostro acariciándolo con sus dedos en suaves movimientos, inhalé su aroma estrechándolo con mis brazos hasta que solo apoyo su frente sobre la mía y dejó que mi respiración se regulara. — Te quiero. — susurré y el volvió a besarme, esta vez con más intensidad, un beso profundo uno que deseaba tener grabado en mi memoria.

— A veces simplemente es el miedo a perderte el que actúa por mí. Yo no soy así. — volví a abrazarlo.

Estuvimos aproximadamente unas horas hablando, quizás no precisamente de nuestros sentimientos, sino de cosas tan simples que a él parecían asombrarle. Le contaba cosas sobre mi niñez, cosas de las cuales no habíamos tenido el tiempo de conversar y a la vez me hacía reír narrándome las veces que se escapaba de su madre para salir con sus amigos y que luego ella mandaba a más vampiros a buscarlos como si fuese el FBI.

Me daba cuenta que a pesar del tiempo que hemos compartido juntos ambos no sabíamos muchas cosas del otro, escuchar sobre sus fobias, sus deseos y lo que tenía planeado me dejaba embelesada de solo escucharlo. Era conocernos, conocernos para formar algo, algo más real, más seguro, en donde me sintiera a salvo y donde no tuviera temor a salir lastimada.

— Lorenzo era mucho peor que yo. — permanecí recostada sobre su pecho. — Menciona la palabra mujeriego y Enzo vendrá a tu cabeza de inmediato.

— ¿Él nunca se ha enamorado? — cuestioné con curiosidad.

— Creo que sí. — torció la boca. — Se enamoró de la mujer que lo convirtió en vampiro. Aunque en ese aspecto Lorenzo puede ser todo un enigma, lleno de secretos que nadie sabe.

— ¿No sabes quién lo convirtió? — enarqué una ceja.

— Era la primera guerra mundial Margaret, en ese entonces mi familia estaba separada. Para cuando volvimos a juntarnos, Lorenzo ya era un vampiro y jamás nos reveló quien lo convirtió. — asentí entendiendo. — ¿Me contarás lo de Black? — mordí mi labio inferior y lo miré de reojo.

— No hay mucho que decir, apenas pudimos cruzar unas cuantas palabras cuando...

— ¿Qué pasó?

— No lo sé, aun no comprendo del todo. Unos hombres atacaron a Lucian, Black quiso sacarme de allí pero yo...

— Fuiste a ayudarlo. — asentí. — Te expusiste en peligro por su culpa.

— Él estaba allí por mí, pensé que era una trampa de Black, más no fue así. En realidad, esos hombres parecían buscar a mi padre y encontraron a otro vampiro. — relaté mientras su mano acariciaba mi cabello, su ceño fruncido me mostraba que no le gustaba mucho lo que estaba contándole. Mi móvil vibró por una notificación entrante pero decidí ignorarla por el momento. — Luego, cuando escapamos... Nos topamos con un niño.

— ¿Un niño? — enderezó su espalda sentándose para verme mejor a la cara.

— Sí, un niño... Estaba solo y abandonado.

— ¿Lo reportaron? — torcí la boca pensando en lo que le diría.

— Si, lo llevamos con la policía pero...

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora