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—Fenga yia, eftoy fien. —balbuceó Demencia mientras trataba de zafarse como podía de las correas a las que estaba sometida en aquella camilla de experimentación en el laboratorio de Flug. Apenas se le podía entender lo que decía con aquella mordaza en la boca.

El científico, con jeringa en mano, trataba de extraerle sangre sin éxito alguno. La demente no paraba de moverse cada vez que trataba de pincharla en la vena deseada. Flug comenzaba a impacientarse, apretando progresivamente las ataduras de la joven cada vez que se revelaba. Con el pasar de los minutos tanto sus brazos como sus comenzaron a dormírsele, si continuaba apretando se convertiría en un torniquete peligroso.

—Tendrás que amputarle los brazos y las piernas y sigues así. — la voz de Black hat surgió de su espalda.

—No se está quieta.

—Blaf hat. — jadeó entre gritos de dolor y risas desquiciadas.

—No voy a dejar que la mates, Flug. A esta no. Recuerda lo que te costó crearla. — susurró al papel de su bolsa de plástico. —Recuerda, no corras, ten paciencia. — El chico solo se apartó al ver avanzar a Black hat.

Se acercó a la mesa y miró a Demencia. Estaba embelesada con su imagen. Ese rostro duro y firme, aquella mandíbula cuadrada, esa inexistente nariz, sus ojos llenos de desprecio y odio, esa boca de tiburón que de un bocado podría llevarla a la muerte. Notó un escalofrío cuando el villano se acercó despacio, cortando la respiración de Demencia por un segundo. ¿Iba a besarla? Si era el caso, se comería la mordaza de cuero entero. Casi podía apreciar la fina tela de su impoluto traje, tan elegante pero tan lleno de negrura por dentro. ¿Cuántas veces había matado por él? ¿Cuántas veces había deseado tenerle así de cerca?

—Ya tengo la muestra.— dijo el doctor Flug de forma seca para después recorrer el laboratorio hasta llegar a la mesa con otras sustancias que cualquier otro miembro de la casa desconocía su utilidad. El gran señor de la casa rompió las ataduras de Demencia con una de sus garras.

—Excelente, doctor.

—¿Blaf hat? — preguntó Demencia tras salir del trance al ver a su amado alejarse de ella.

—Ahora si tienes un momento para mí, sería de agradecer. Puedes cambiarte antes, si quieres.

La falsa amabilidad de Black hat hizo entender al científico que era importante y no aceptaría un "no" por respuesta, pero Flug conocía bien cuando Black hat era amable de pega o era sincero. En esta ocasión uno no debería ser muy listo para darse cuenta de que se estaba burlando de él un poco. Echó un vistazo a su ropa. Quitando la roña típica de llevar la misma bata durante bastantes días, la sangre seca de su pantalón empezaba a ser un problema a la hora de caminar. Su bolsa estaba algo deteriorada también, cosa obvia cuando se te cae encima la cabeza decapitada y medio derretida de la última comida de 5.0.5.

Demencia había caído al suelo con las extremidades resentidas, optando por hacer la croqueta salió del laboratorio, parecía divertirse dando vueltas. El doctor no pospuso más las cosas y emprendió marcha hacia su dormitorio, Black hat le siguió.

No era la gran cosa. No se diferenciaba demasiado del típico cuarto de científico desordenado, salvo que este cuarto era un verdadero caos diez veces mayor a lo recomendado tanto por la Organización Mundial de la Salud como por múltiples Organizaciones de seguridad, y es que Flug no limpiaba mucho su habitación, por no hacer, hacia mucho que ni dormía ahí, siempre era en el propio laboratorio o sobre 5.0.5. (era mucho más blandito que cualquier cama, demostrado 100tifikamente), tan solo pasaba por ahí cuando necesitaba cambiarse.

Villainous- Brillante estrella fugazWhere stories live. Discover now